Carta Editorial Marzo 2018

 

 

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“Mis viajes son la herramienta necesaria para contar una historia que me interesa, si sucede en Sri Lanka tendré que ir, si sucede en 1920 tendré que leer y si sucede a la vuelta de mi casa caminaré esos 80 pasos”, dijo el periodista y escritor argentino Martín Caparrós, en un taller sobre viajar para contarlo.

Durante siglos, los vacíos en los mapas provocaron una curiosidad vertiginosa en los viajeros. Ver la leyenda: “Región no explorada” despertaba el deseo irresistible de ir más lejos, ver lo que otros no habían visto, adentrarse de forma más profunda en lo desconocido, que para muchos era sinónimo de maravilla, y regresar para contarlo.

Yo, como sugiere el kóan, no estoy segura si lo encontré o fue el mapa el que me encontró a mí, pero sí estoy segura que el viaje dicta ciertas reglas. La primera, a mi parecer, es darse permiso. Permiso para atreverse, para tomarse el tiempo, para jugar, para mirar desde otros ángulos, para sorprenderse, para ser comprensivo con otras culturas, no comparar, jamás ridiculizar.

En mi decálogo de viajes personal añadiría ciertas sugerencias: comenzar el viaje en una librería, inspirarse en las historias, en las imágenes y las letras, pero no ponerle demasiada atención a las guías. Empacar, siempre, sentido del humor, apertura a los cambios, disposición a ser desconcertado, desenmascarado, conmovido. Hacer contacto con la gente y escuchar, sobre todo, a quienes ofrecen ideas distintas a las que nos definen. Caminarlo todo buscando mercados, conciertos, restaurantes donde se puedan sentir las reacciones, las emociones, las motivaciones. No comprar nada que no se pueda beber, comer o recordar. Y claro, despertar la sabiduría interna, obedecer al instinto y hasta a los caprichos. 

Cecilia Núñez  > Directora Editorial