Situada al noroeste de Canadá, el territorio de Yukón posee toda una serie de experiencias y atractivos que demuestran que la nieve, más que una señal de vacío, es en realidad un lienzo en blanco que invita a descubrir todas las posibilidades del invierno. Fotos: Arturo Torres Landa

Southern Lakes, Yukón

Oro, ceniza y nieve

 

Yukón fue hogar de los primeros grupos de seres humanos que migraron hacia el interior del continente Americano, cazadores y recolectores que llegaron desde Asia a través del puente terrestre de Beringia, el cual unía a Alaska y Yukón con la cornisa noreste de Siberia. El enorme territorio del actual Yukón ha sido, durante milenios, el hogar de pueblos nativos como los tagish y tlingit, cuyos relatos hablan –todavía– de erupciones volcánicas ocurridas en la zona hace más de 20,000 años.

 

La riqueza de Yukón en invierno

 

La historia de los indígenas de Yukón se entrelaza con la de los tramperos, comerciantes y exploradores europeos que arribaron a esta zona en busca de mercancías, para luego fusionarse con la de las decenas de miles de hombres que llegaron a las orillas del río Klondike a partir de 1896. ¿El motivo? El oro, descubierto en los aluviones y colinas ribereñas del Klondike. Más de 40,000 personas migraron a este inhóspito sector de Canadá atraídos por el metal dorado, pero también arrastrados por la promesa de una vida mejor.

Hoy, las posibilidades que brinda el blanco níveo convoca a viajar a Yukón en invierno, territorio cuyas montañas, lagos, bosques, dunas y pueblos cubiertos por la nieve. Hoy, el verde electrizante de la aurora boreal, su ondular en el cielo, convoca a viajeros de todo el mundo para mostrarles que el paraíso invernal existe, que está más cerca de lo que podría pensarse. Solo es necesario ponerse las botas, esperar el siguiente trineo y dejarse envolver por la magia del invierno en Yukón.

Cómo llegar

 

Desde la Ciudad de México, se puede volar a Vancouver a través de Air Canada, un trayecto con una duración aproximada de seis horas. Desde Vancouver, es necesario tomar un segundo vuelo de dos horas y media de duración que conecte con la ciudad de Whitehorse, capital del territorio de Yukón. Ya en Whitehorse, existe la posibilidad de trasladarse hacia Dawson City, al este de Yukón, a bordo de un avión de AirNorth.

El clima

 

Localizado al noroeste del continente americano, Yukón presenta un clima ártico y subártico, gracias a lo cual sus inviernos son prolongados con temperaturas muy por debajo de los 0 ºC. Por ejemplo, en enero, que suele ser el mes más frío, las temperaturas promedio rondan los -40 ºC, si bien las condiciones han ido cambiando a causa del cambio climático. Para disfrutar de sus atractivos invernales, la mejor temporada va de febrero a abril.

Consejos de viaje

 

La principal recomendación para viajar a Yukón en invierno es hacerlo con suficiente abrigo y en capas. También es conveniente portar ropa interior térmica, calzado impermeable, guantes, gorros y prendas para mantener caliente el cuello. Llevar unos lentes oscuros polarizados y emplear bloqueador solar es necesario, considerando la refracción de la luz solar que produce la nieve. En Yukón, puedes rentar equipo y ropa adecuada.

Aullidos en el hielo

En trineo de perros sobre el lago Tagish

Sujetar el manubrio del trineo con fuerza; colocar firmes los pies, uno sobre el travesaño, el otro presionando –suavemente– el freno. Las rodillas deben flexionarse: la rigidez solo hará que la primera caída en la nieve duela más. Pero, sobre todo, conducir un trineo jalado de perros a través del aire y el invierno de Yukón requiere de reflejos veloces. Allá adelante, seis perros huskies compiten por llegar primero, con el ímpetu propio de su linaje y la potencia de sus patas como motor. Corren ajenos a las grietas en el hielo que me hacen trastabillar y enderezar el trineo con la fuerza que permite mis manos entumidas. El hielo pulverizado estalla y hay que esquivar las ramas; la humedad nos congela la barba. Todo vale la pena.

Atravesamos la amplitud blanca del lago Tagish a toda velocidad, igual a como lo hicieran los primeros exploradores de esta parte de Canadá. Benjamin Boucher, el musher, va la cabeza; dependemos de su experiencia y de mi pericia para tensar las cuerdas cuando sea necesario y de leer el terreno viendo a los perros y palpando la vibración metálica del trineo. El lago Tagish parece cubierto por terciopelo blanco, pero no es terso en esta temporada del invierno en Yukón.

Nos detenemos a descansar, a que los perros se laman el pelaje tumbados sobre parches de nieve delgada. Ladran y se muerden las patas ansiosos por volver a correr, mientras Benjamin corta la leña con dos hachazos, enciende el fuego y calentamos café, té, chocolate. Hay wraps de carne, y como postre, malvaviscos al fuego o smores a elegir. Benjamin los devora sin perder de vista a su perros, a los cuales reconoce con tan solo verles la musculatura pues los masajea después de los recorridos largos. «Somos manada e incluso me han criticado por cuidarlos demasiado», afirma, para inmediatamente después engancharlos al arnés y emprender el camino de vuelta tras terminarnos el tentempié caliente. Los huskies brincan, aúllan y tiran del trineo propulsados por una fuerza invisible que algunos llaman genética, otros, instinto. Se puede hacer realidad esta experiencia en Southern Lakes Resort.com

Tormentas de luz

El invierno se ilumina en Yukón

En una época en la que viajar implica encontrarse con experiencias prefabricadas que se acomodan a las expectativas de los turistas, las auroras boreales (y el Yukón entero, he de decir), permiten seguir encontrándonos con lo más genuino, aquello que no puede ser programado, repetido, controlado. La ubicación cercana al Circulo Polar Ártico, la vastedad de sus noches oscuras y sus cielos casi siempre diáfanos, permiten que Yukón sea un territorio perfecto para el avistamiento de auroras boreales. Además, aquí es posible encontrar diferentes maneras de pasar las horas de espera previas a la aparición de las luces del norte.

Cerca de Dawson City, Klondike Experience dispone de una carpa de campaña en las laderas de Midnight Dome, un promontorio achatado que debe su nombre a otro fenómeno celestial que caracteriza a Yukón: el sol de medianoche de los meses de verano. Situada al pie de los pinos nevados, en la cabaña de Klondike Experience se puede entrar en calor bebiendo chocolate, reunidos alrededor del fuego que Noby, nuestro guía, acaba de encender con la leña que guarda en el contenedor seco de la carpa. Afuera, el agua se cristaliza en el viento, y detrás de las hileras de pinos negros y colinas glaciares que forman el horizonte, aparece una «neblina» difusa. Hacia el norte, la bruma comienza a proyectarse en forma de columna contra las estrellas, un rayo perpendicular que, de pronto, baja hacia el horizonte y completa un arco de luz por encima de la ribera del Yukón.

Dos ríos: en el cielo brilla una corriente verde de partículas solares, y por encima de la tierra serpentea un caudal de agua que no alcanzó a congelarse del todo este año. El invierno es cada vez más tibio y las auroras boreales se han vuelto esquivas. Esa noche tenemos suerte.

Desde luego, hay que ayudarle a la buena fortuna para que surta efecto, sobre todo cuando se trata de atravesar un subcontinente para ver el vaivén de las auroras boreales. De hacer posible que los viajeros regresen a casa con al menos una impresión de este fenómeno se encarga Sandra Peña de Nomada Excursions, cazadora de auroras boreales de nacionalidad mexicana. Su historia encuentra eco en los numerosos testimonios de viajeros de todo el mundo que, cautivados por el invierno de Yukón, decidieron dejar sus hogares para echar raíces en el suelo helado pero generoso de este territorio canadiense. Al igual que hace un siglo y medio, el territorio sigue atrayendo a los osados, lanzando el llamado de lo salvaje del que hablara Jack London en sus libros ambientados en la zona.

A bordo de su camioneta, cada noche, Sandra atraviesa la negrura de los bosques en busca de auroras boreales. Su celular, siempre conectado al vehículo, trina con las notificaciones de un grupo de WhatsApp dedicado a la búsqueda de auroras boreales, 400 pares de ojos buscando «actividad» en los cielos congelados del norte. Por su parte, la aplicación de Ventusky despliega un mapa que, en tonos de verde, avisa sobre tormentas de nieve, nubes y oleadas electromagnéticas, mientras que la central de Aurora Forecast en Fairbanks, Alaska, avisa sobre posible actividad electromagnética sobre el cielo de invierno de Yukón «…Después de la medianoche, tendremos 6 Kp’s –afirma Sandra–, que es el índice que mide la intensidad de las auroras. Esta noche será bien eléctrica«, afirma, para luego pisar el acelerador con sus lustrosas botas color rosa mexicano y conducir hacia Carcross, la comunidad tagish más cercana.

Cerca de las 3:00 de la mañana, Sandra nos despierta luego de una siesta propiciada por las galletas de maple y el té de manzana que bebimos horas antes, al llegar a las orillas del lago Nares. Vigiló nuestro sueño y también el vaivén de la actividad solar, que promete manifestarse sobre esta porción del territorio ancestral de los tagish. La aurora boreal hace su aparición minutos después por encima de las cimas nevadas, rayando las puntas de los árboles. Su resplandor verde con ribetes enrojecidos ondula por cerca de una hora, hasta que las nubes la cubren y acaba por desvanecerse detrás de las azoteas de Carcross. Las sonrisas permanecen congeladas en nuestra cara por el resto de la madrugada, en un trayecto de vuelta que tiene a los cantos sobre descolonización y cambio climático de la artista inuit Tanya Tagaq como fondo musical.

En lo remoto

Tombstone y Dawson City

Al occidente del territorio, cada vez más cerca de la frontera con Alaska, el invierno de Yukón hace posible experimentar la suspensión del tiempo. Con 2,200 kilómetros cuadrados de extensión, el Parque Territorial de Tombstone da una idea de cómo lucía la Tierra cuando los glaciares cubrían gran parte del hemisferio norte, del paisaje bello y cruel que encontraron los prospectores de oro en el siglo XIX. Nombrado por la peculiar forma de lápida que tiene su elevación más icónica –el monte Tombstone–, el parque forma parte del territorio ancestral del pueblo tr’ondëk hwëch’in; durante el invierno, se puede apreciar con más facilidad la transición de las regiones boscosas casi oceánicas del sur hacia el paisaje subártico. Aquí cobran realidad y realismo palabras del vocabulario geográfico que adquirí con asombro: “tundra”, “glaciar”, “permafrost”.

A nivel de suelo, la maravilla del parque se percibe mejor haciendo una caminata con raquetas de nieve tradicionales, es decir, hechas con maderas y fibras. Calzarlas quema calorías y obliga a dar zancadas más largas pero, en contraste, evita que me hunda la nieve a la altura de la cadera. A cambio del esfuerzo, cruzo ríos congelados, entro en la maraña blanca de los bosques de invierno de Yukón. Dentro de una cabaña de expedición, disfrutando de sándwiches y bebidas calientes, regresa el calor al cuerpo.

Si el mirarlo a nivel del ojo humano no brinda suficiente asombro, el Tombstone se puede abarcar a vista de ave desde un helicóptero de Tombstone Helitours. A varios cientos de pies de altura, las montañas que se dibujaban lejanas por la mañana lucen plenas al atardecer: veo sus cimas a la altura de mis ojos, cuando el sol les ilumina las crestas sin nieve. Los bosques glaciares parecen de maqueta, y el río Klondike brilla en los tramos sin hielo. Dawson City aparece a mitad del valle, con sus tejados cubiertos de nieve, alzando columnas de humo hacia el cielo de invierno de Yukón, que se torna violáceo.

Establecida por los buscadores de oro en las cercanías de un campamento indígena, Dawson City preserva su identidad de pueblo siempre fronterizo, en el límite del tiempo y a merced de las temperaturas. Sus casas y negocios de fachadas coloridas son más fáciles de reconocer bajo el peso de la nieve, y aún preservan rasgos de una época de pioneros y aventureros, como se comprueba en el recorrido interpretativo por el Dawson City histórico que ofrece Parks Canada.

A lo largo de una tarde helada de sol visitamos el antiguo banco, la oficina postal que mantenía a este poblado conectado con el resto de Canadá y un auténtico saloon con sus las cartas de poker aún sobre la mesa: el Viejo Oeste bajo cero. Al caer la noche, los pobladores (llegados de todas partes del mundo) se reúnen en torno a un tarro de cerveza o alrededor de la televisión y de una pizza caliente. Tienen las barbas largas, las botas siempre húmedas y una charla amistosa. En ellos aún se percibe el asombro de vivir entre glaciares, trineos y noches sin luna. En lo remoto del invierno de Yukón.

Dunas de invierno en Yukón

Carcross: el desierto en miniatura

De nuevo, en el sur de Yukón, específicamente a menos de una hora de la capital, Whitehorse. Sandra Peña detiene la camioneta al pie  el desierto de Carcross, un paraje de dos kilómetros cuadrados considerado el desierto más pequeño del mundo. Se trata, en realidad, de un cúmulo de dunas arenosas formadas hace millones de años por los depósitos de los lagos glaciares. Al estar rodeadas por montañas, la humedad natural de las ventiscas y el invierno de Yukón no hace mella en este desierto, permitiendo que las dunas conserven cierta resequedad. En este desierto de bolsillo, hay especies de plantas imposibles de ver en otras partes de la provincia, incluso en otras partes del mundo. Cubiertas de nieve durante el invierno, basta con raspar un poco las zonas más expuestas al viento para dar con la superficie real de las dunas: un ying-yang, arena que da paso al hielo.

Subo la cuesta suave de las dunas y veo cómo la bruma glacial, en efecto, se deposita a los alrededores, pero no en el desierto. No ha llegado el mediodía pero los bosques y montañas cercanos ya duermen bajo una neblina fría; Sandra nos enseña a frotar las puntas de abeto para que desprendan su aroma antes de que la ventisca nos haga bajar al calor aparente del pueblo de Carcross. Llegamos a tiempo para ver cómo los pobladores pescan truchas; alcanzo a memorizar una receta tagish para cocinarlas con leña, abiertas por el centro y fritas en su propia grasa.

Garras y cornamentas

Yukon Wildlife Preserve

Fin del viaje. Las condiciones de un invierno mesurado (y la suerte) no me permiten ver muchos animales durante este viaje de invierno a Yukón. Si acaso un zorro rojo que cruzó la carretera al Ártico como una flecha, y el relato de un caribú solitario a medio camino. Afortunadamente, en Yukon Wildlife Preserve, a las afueras de Whitehorse, se cuenta con la oportunidad de verlos de cerca. Nacido como un refugio para animales criados en cautiverio, hoy tiene la función de preservar,  y proteger a especies nativas del noroccidente de Canadá, además de la importante misión de divulgar su importancia con los visitantes, muchos de ellos niños.

Aquí veo la elegancia mortífera de un lince al capturar un ave, trepar a un pino y desaparecer como un fantasma. También tengo un primer encuentro con los carneros blancos que muflan a mitad de los bosques, mostrando la cornamenta que adquirieron en la última temporada.

Lejanos, los bisontes pacen bajo ligeras capas de nieve, no así los bueyes árticos, los reyes del invierno ártico, cuyos abrigos de pelo y grasa les permiten tumbarse a sentir la nieve, sobrevivirla. El viaje termina frente al hábitat del caribú, amo de las distancias que completa la migración terrestre más prolongada del mundo y que tiene a Yukón como uno de sus destinos.

Ahora que conozco esta tierra, al igual que el caribú, volvería a recorrer medio planeta para llegar hasta Yukón, la tierra de los colores de invierno.

Hazlo realidad

Para experimentar todas estas experiencias y más, puedes dirigirte a la página oficial de Travel Yukon dedicada a los viajeros mexicanos, donde encontrarás planes, inspiración y una lista de proveedores para hacer realidad tu viaje.

Con una geografía única y paisajes que imponen, Yukón es uno de esos destinos que debes conocer una vez en la vida. Sus majestuosas montañas, su vida salvaje y las aguas cristalinas de sus lagos alimentados por glaciares colman la mirada. Aquí te dejamos 7 paradas en Yukón para descubrir asombrosos paisajes mientras conoces más sobre sus legado indígena. Fotos: Cortesía de Travel Yukon y Elsa Navarrete

 

Lo que sí es Yukón, en Canadá

 

Volamos hacia el norte del continente americano por nueve horas —con una escala en Vancouver— para a llegar a Yukón. Para empezar, habría que decir que Yukón no es Alaska, ni el Polo Norte, ni es tierra de iglús ni de osos polares, pero sí se encuentra al extremo noroeste de Canadá, justamente al este de Alaska, al norte de la Columbia Británica, al oeste de los Territorios del Noroeste, y sí alberga auténticos paisajes fantásticos.

La segunda entidad menos poblada de Canadá también alberga a 14 Primeras Naciones, nombre que reciben en el país los pueblos indígenas. También contiene los campos de hielo no polares más grandes del mundo y el segundo pico más alto de América del Norte. Además, es el hogar del sol de medianoche durante verano y del espectáculo de luces más codiciado de la naturaleza, las auroras boreales, que son visibles desde mediados de agosto hasta mediados de abril.

 

7 paradas en Yukón para vivirlo al máximo

 

Whitehorse, la capital de Yukón, es el punto de partida ideal para experimentar este territorio fascinante. Entre raíces indígenas, la historia de la fiebre de oro, arte, cafeterías, restaurantes y museos, no tienes por qué elegir entre experiencias culturales, gastronómicas y el aire libre: aquí, estas atmósferas se combinan perfectamente.

 

Compartir y proteger las historias en MacBride Museum

 

MacBride Museum en Yukón, Canadá Yukón

 

La mejor forma de empezar a adentrarte en el vasto mundo de Yukón es visitar el MacBride Museum, alojado en la antigua oficina de telégrafos de Whitehorse. A través de 40,000 objetos, las 11 galerías ilustran las historias de las Primeras Naciones de Yukón, su peculiar vida silvestre y la fiebre del oro de la región de Klondike por la que este territorio cobró fama mundial en el siglo XIX.

 

Dormir entre los árboles: Black Spruce

 

Cabañas de Black Spruce Yukón

 

A solo cinco minutos en auto del centro de Whitehorse, Black Spruce es un gran punto de partida para explorar Yukón. Sus cuatro cabañas acogedoras, construidas sustentablemente, se mezclan con el bosque boreal de los alrededores al tiempo que le ofrece al viajero todas las comodidades, como una cocina completa, un baño compacto y grandes ventanas diseñadas para sumergirse en las relajantes vistas naturales. También está disponible el servicio de sauna, espacio que está incrustado en el paisaje rocoso. Estancia mínima de dos noches: Desde 230 dólares canadienses por noche. 

 

Visitar Carcross Commons: arte, cultura y belleza natural

 

Centro cultural Carcross Commons, en Yukón

 

¿Sabías que Yukón es una hogar de 14 Primeras Naciones, y que aquí se hablan ocho lenguas? Dirígete a Carcross para conocer más sobre a los indígenas carcross/tagish, cuyas tierras incluyen las cabeceras del río Yukon, senderos antiguos en las montañas y los vastos lagos del sur que rodean la comunidad.

En el centro cultural y turístico de Carcross Commons podrás aprender sobre su herencia y arte entre tiendas de artesanos locales, tótems tallados, presentaciones culturales y exhibiciones. Además, encontrarás un restaurante, una cafetería y una playa de aguas turquesa a orilla del lago Bennett.

Luego, a menos de cinco minutos en auto, visita lo que muchos creen que es el desierto más pequeño del mundo. Camina descalzo entre las hermosas y ligeras dunas de arena coloreadas por la flora de este desierto subártico

 

Pasear por el río Yukón al atardecer

 

Paseo en bote por el río Yukón

 

¡No te pierdas esta excursión! Durante el verano, aborda el bote de Yukon River Tours y haz un recorrido nocturno a lo largo del salvaje y famoso río Yukón y los basaltos del Cañón Miles. Cerca de medianoche, verás el atardecer, después de respirar uno de los aires más limpios del mundo y de avistar águilas, castores y más criaturas curiosas. yukonrivertours.com

 

Aprender sobre los pueblos champagne y aishihik en Long Ago Peoples Place

 

Cabaña de Long Ago Peoples Place

 

Meta Williams, miembro de las comunidades indígenas champagne y aishihik, es  también parte del campamento Long Ago Peoples Place, que ofrece experiencias inmersivas desde 1995 para sensibilizar a visitantes de todo el mundo. En una suerte de aldea tradicional recreada, ella comparte su historia y sus conocimientos sobre antiguos instrumentos, estructuras de alojamiento y almacenamiento, plantas medicinales y trampas para cazar.

El paseo por el bosque, que te hará retroceder al tiempo en el que solo se utilizaba madera, piedra y partes de animales, terminará con un almuerzo protagonizado por una infusión de hierbas y el pan nativo llamado bannock. yukonfirstnationculture.com

 

Sobrevolar el Parque Nacional Kluane para sorprenderse

 

Sobrevolar las montañas en Yukón

 

Sobrevolar el Parque Nacional Kluane, Patrimonio de la Humanidad, es un verdadero privilegio. Para ello, opta por el Logan Super Tour de Rocking Star Adventures, el cual tiene una duración de dos horas y permite conocer a vista de pájaro algunos de sus 2,000 glaciares y la montaña más alta de Canadá: Monte Logan, con 5,959 metros de altura.

La remota cadena montañosa de San Elías es una tierra de superlativos. Además de las montañas más altas y de más rápido crecimiento de Canadá, también tiene el campo de hielo no polar más grande del mundo. ¡No dejarás de sacar fotografías! Tour: 585 dólares canadienses.

 

 

Acampar en Fort Selkirk

 

Fort Selkirk

 

Después de tres horas en carretera desde Whitehorse y una hora en bote por el río Yukón, se llega a Fort Selkirk, uno de los asentamientos más antiguos de Yukón, obra del pueblo selkirk. Hoy es un sitio histórico y aquí se puede acampar con Tutchone Tours

Tras ofrecer excursiones de un día completo a Fort Selkirk, los fundadores de Tutchone Tours decidieron lanzar esta nueva experiencia donde se acampa dos noches de viernes a domingo con todo incluido. Teri-Lee y William, quienes viven el estilo de vida tradicional de Northern Tutchone, levantaron cuatro tiendas de campaña y comparten sus conocimientos sobre las Primeras Naciones y la vida silvestre

En el camino hacia el antiguo fuerte, probablemente verás las ovejas de Dall que habitan en las laderas de las montañas, alces, águilas y otros animales salvajes a lo largo de la orilla del río mientras disfrutas de un paisaje impresionante. Luego, al llegar, en esta experiencia de camping, visitarás las antiguas cabañas del asentamiento, coserás cuentas al modo tradicional, cosecharás bayas, escucharás cantos tradicionales… Todo está pensado para revitalizar la cultura, la lengua y la danza de los selkirk. Experiencia: 945 dólares canadienses.  

 

Cómo llegar a Yukón

 

Air Canadá vuela hacia Whitehorse con escala en Vancouver. Viaje redondo desde $1,000 dólares americanos. aircanada.com

Para obtener más ideas e información, revisa la página de Travel Yukon para descubrir este territorio de Canadá, inspirarte y planear tu próximo viaje. 

¿Listo para emprender el viaje hacia Canadá y caer rendido ante la belleza de sus paisajes? Entonces inspírate con esta fotogalería, Belleza gélida: las mejores fotos de Canadá en invierno

Un misterioso fenómeno natural que tiene el poder de encantar con sus luces a todo aquel que les mira. El científico de la UNAM, Alejandro Sierra, nos llevará de la mano a descubrir sorprendentes curiosidades sobre las auroras boreales que te volarán la cabeza y te harán querer conocerlas de cerca. Texto:Lilian Guevara / Fotos: Pexels. 

 

Auroras boreales: ¿Qué son y cómo se forman?

 

Auroras boreales

 

Este hermoso fenómeno es resultado de una compleja ecuación entre magnetismo y energía.Las auroras boreales son viento solar, producido en la corona solar que se encuentra llena de plasma, en el que los átomos ionizados (cargados eléctricamente), a causa del campo magnético del Sol, salen expulsados a altas velocidades provocando el “viento solar”.

Ya cerca de la Tierra, esas partículas son atrapadas en la magnetósfera (capa alrededor de un planeta), y al atravesar la atmósfera, se excitan y cuando recuperan su nivel base de energía emiten fotones, es decir, luz. Las auroras boreales no sólo son un espectáculo impresionante, sino, una señal de salud de la magnetósfera del planeta”, nos explicó Alejandro Sierra, científico de la UNAM.

 

Significado de su nombre

 

Aurora viene del latín “amanecer”; nombre dado por el astrónomo, físico y matemático, Galileo Galilei, debido a que creía que se producían a partir del reflejo de la luz solar. Sin embargo, a las auroras en general se les llama “auroras polares”, mientras que, en específico, las del norte son boreales y las del sur, australes.

 

Son fenómenos polares

 

“Suelen observarse en los polos debido a que las líneas del campo magnético coinciden en los polos magnéticos, y cuando los átomos se reflectan, las partículas viajan hacia ellos. Sin embargo, no siempre coinciden con los polos geográficos, por lo que se van moviendo e invirtiendo», explicó el científico Sierra.

 

 

Auroras boreales

 

 

Predecibles y coloridas

 

Las auroras boreales se pueden predecir con pocas horas de antelación si durante el día se observa mucha actividad solar como: erupciones y tormentas solares. ¿Te animas a predecir algunas?

Además, sus colores dependen de la energía y del átomo con el que interactúe el viento solar, si éste es nitrógeno, tienden a verse de color púrpura, pero si es con oxígeno, éstas suelen ser verdes; también hay rojas y azules.

 

¡Tienen sonido!

 

Al ser las auroras boreales un fenómeno eléctrico, es posible escuchar su corriente, sin embargo, como ocurren en lo alto de la atmósfera, no es tan fácil escucharlas. ¿Nos dices si alguna vez has escuchado alguna?

 

Dónde ver auroras boreales

 

 

Cómo y cuándo verlas

 

Podrás disfrutar de increíbles auroras boreales en países como Canadá, Alaska, Noruega, Islandia, Suecia, Groenlandia y Rusia, y se aprecian mejor cerca de los equinoccios o en invierno (cuando la noche es más larga), entre las 10:00 pm y las 2:00 am, lejos de la contaminación lumínica, con cielo despejado y sin Luna llena. También son perceptibles en planetas con magnetósfera como: Júpiter, Saturno y Marte. 

¿Alguna vez has visto auroras boreales? ¡Cuéntanos tu experiencia en nuestras redes sociales @foodandtravelmx 

 

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El territorio del Yukón, en el extremo norte de Canadá, cobró fama mundial en el siglo XIX cuando miles de personas migraron a causa de la fiebre del oro. Lo que encontraron no fue solo el famoso metal precioso, sino una tierra de maravillas incomparables.  Por eso, aquí te contamos todo lo que puedes admirar en este impresionante destino. Texto: Mónica Isabel Pérez. Fotos: Cortesía Destination Canada / Mónica Pérez. 

 

Una tierra fascinante

 

Yukon

 

Quería oro y lo obtuve. Volví con una fortuna el otoño pasado. Pero de alguna manera la vida no es como pensé. Y de alguna forma el oro no lo es todo”, escribió Robert Service, poeta nacido en Inglaterra, pero conocido como “el bardo del Yukón”, en el que es quizá su poema más conocido, El hechizo del Yukón, donde bajo la mirada de quien ha llegado a esas lejanas tierras en busca del codiciado mineral dorado, se encuentra con algo más valioso: un lugar en el que la naturaleza impacta con su belleza, y a veces también con su hostilidad. Una especie de glamour salvaje que, en los últimos años, se ha vuelto también casa de una micro urbe cosmopolita que navega entre la modernidad y la tradición.

 

Wild & Glam

 

Yukon

 

Rodeada por montañas imponentes, por lagos, ríos —como el Yukón, que fluye desde Columbia Británica hasta el mítico mar de Bering— y hasta por glaciares, Whitehorse, la capital yukonesa, es una ciudad que se encuentra en rápida evolución y que, en gustos y oferta, condensa en sus 416,54 km2 una oferta gastronómica sí emergente, pero cada vez más rica que poco tiene que envidiarle a las ciudades más grandes a las que los foodies suelen acudir.

Está, por ejemplo, Wayfarer’s, un restaurante que podría estar enclavado en Brooklyn por su estética y por su menú. En definitiva, algo que no se espera en un sitio que, de manera inicial, parecería más un destino de aventura que de experiencia urbana.

 

 

De decoración hip y menú breve y cuidado, aquí pueden disfrutarse deliciosas ostras de la región, además de un sabroso tuétano a la parrilla, mejillones en una memorable salsa de estilo tailandés y cocteles como el Jiggs Casey que lleva rye, toronja, jarabe de abedul y bitters de la marca FPJ fabricadas de manera artesanal y con ingredientes locales por Jennifer Tyldesley, quien antes piloteaba aviones y ahora se dedica a mejorar el mundo de la mixología de aquellos lares.

 

Todo viene de la tierra

 

Yukon

 

Jennifer se preocupa por utilizar en sus bitters elementos emblemáticos de la región, del mismo modo que su amiga, la chef Miche Genest, lo hace en sus platillos. Ambas comparten la filosofía de sentir la identidad del terroir en todo lo que se ponga sobre la mesa.

En una cena exclusiva con Food and Travel, ambas se reúnen en la cocina de Genest para crear un menú donde los arándanos silvestres —que he recolectado en compañía de la chef en las cercanías del lago Annie— son el hilo conductor. Preparamos juntas un chutney, que nos sirve para aderezar las entradas, pero el momento cumbre llega cuando se sirve un filete de alce en salsa de arándanos.

Una delicia que acompañamos con un tonic hecho por Jenny, quien le ha agregado un poco de prosecco para que las burbujas amenicen aún más la noche. Hay que decir que, aunque esta es una vivencia que por su naturaleza no puede ser masiva, ambas artistas del comer y el beber están dispuestas a ser contactadas y agendar lo que esté en la medida de las posibilidades que den su agenda y la de los viajeros.

 

 

De la ciudad a la naturaleza

 

Yukon

 

En Whitehorse, ya se dijo, se puede comer y beber bien. Hay destilerías independientes de whisky y fábricas de cerveza artesanal. Y una vez consumidas las calorías, pueden quemarse en rutas de senderismo como los paseos con perros husky que organiza Sky High Wilderness Ranch donde, desde la cima de una montaña puede sentirse el aire más fresco —a veces gélido— en el rostro mientras se ve, a la distancia, el lago empequeñecido por la altura y los árboles y, bajo los pies, los arbustos de arándano y de moras azules que crecen por todos lados.

 

 

Yukón

 

Pero por si esa no fuera una vista suficientemente satisfactoria, Yukón guarda más secretos para la vista como sus hermosos glaciares; paisajes fuera de este mundo que pueden observarse solo desde el aire. ¿Cómo? En un bello y diminuto hidroavión DHC-2 Beaver de la compañía Alpine Aviation que despega desde el lago Schwakata y que, a lo largo de un par de horas, vuela hasta la frontera con Alaska dando tiempo de hacer una escala para comer un salmón fresquísimo en el resort Southern Lakes. En el camino se ven moles gigantes de hielo, icebergs, bosques y, con suerte y afinando la vista, osos y cabras montañesas.

 

Cuando la noche se pinta de verde

 

 

Estoy frente a una fogata dentro de un tipi – tienda hecha de pieles – en el resort Northen Lights. Ya es medianoche y el cielo aún luce negro. Vuelvo a mi cabaña con un poco de pesar: las auroras boreales se han negado a aparecer por segunda vez consecutiva. O eso pienso. A las dos de la mañana en punto alguien toca a mi puerta. Es una joven japonesa que trabaja como guía y fotógrafa en este bello hotel compuesto por cabinas con paredes de cristal que permiten observar el cielo desde la cama. “¡Han salido!”, me dice con una sonrisa.

Salgo torpemente con mi linterna y con mi cámara como todos los huéspedes del lugar. El cielo deja ver sutiles rayos verdes de luz. Las auroras han llegado y todos compartimos la misma emoción. Dan ganas de saltar, de no dejar de ver nunca un fenómeno tan curioso y espectacular.

 

 

Me concentro en esas líneas que surcan el cielo y, mientras el aire frío choca en mi rostro, pienso en las palabras de Service: “La libertad, la frescura, la lejanía / Oh, Dios, qué atrapado estoy en todo esto”. Y que atrapado queda cualquiera cuando ha visto los cuatro elementos en plenitud en esa extraña, distante y entrañable tierra llamada Yukón.

 

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