Vancouver y Toronto: ciudades soñadas

Canadá celebró en 2017 su 150 aniversario, y lo festejamos dejándonos deslumbrar por dos de sus estrellas: Vancouver y Toronto. Ambos sitios rebasan las fantasías de cualquier escape urbano, relata Cecilia Núñez. Fotos: Charly Ramos.

Explora todas las costas y busca esa ciudad. Después vuelve a decirme si mi sueño responde a la verdad, le ordena Kublai Kan a Marco Polo en Las ciudades invisibles, un relato de Italo Calvino que invita a emprender el único viaje posible: el de los mundos imaginados.

Hay escenarios que tejen nuestras fantasías, pero hay algunos, tan completos, poseedores de tal armonía entre un escenario urbano y uno natural, que es imposible no caer rendidos ante su belleza y su personalidad.

Vancouver, localizado en la provincia canadiense que roba suspiros: la Columbia Británica, y Toronto, la capital financiera del país, en la provincia de Ontario, son oasis urbanos, catalogados en diversos listados mundiales como las mejores ciudades para vivir en el planeta. Rodeadas de paisajes naturales, dueñas de una fusión de culturas —y cocinas— envidiables, y adornadas con piezas arquitectónicas casi oníricas, ambas urbes lanzan una invitación imposible de resistir.

Habría que empezar por advertir que existe un riesgo inminente al pisar Vancouver: desear, casi compulsivamente, abandonar tu lugar de origen para quedarte a vivir para siempre en esa vibrante ciudad que se deja abrazar por el océano Pacífico y por las montañas costeras. Su personalidad es tan franca, que se antoja descarada, y al mismo tiempo se presenta sofisticada, contemporánea, tan natural que el concepto de outdoors se comienza a mezclar con la sensación de hogar: las montañas, los bosques, los parques naturales apapachan de tal manera que estar al aire libre es tan acogedor como estar en casa.

Hogar de dos millones de personas que disfrutan del clima y de los escenarios más inspiradores, la urbe regala tantas facetas culinarias, artísticas y culturales que resulta abrumador saber por dónde empezar.

Vancouver, conmigo, es implacable: limita mi objetividad y mi sentido periodístico. Caigo en una especie de sopor en el que todos los itinerarios que planeo terminan obedeciendo a una sola fuerza, la de recorrer todas las calles, parques y recovecos de la ciudad —parando para probar en cada rinconcito gourmet— sin planes más allá del inicial: rentar una bicicleta y pedalear montaña arriba y montaña abajo.

Tengo algunos rituales infalibles cada vez que visito la ciudad. Y aunque estoy dispuesta a volverme loca de emoción con las novedades, no hay manera de prescindir de mis favoritos, por más lugar común que parezcan. Enlisto: rodar la bicicleta por Stanley Park las vueltas necesarias para no sentirme culpable al momento de llegar a desayunar a Medina Café; otra vez pedalear por todo Richard’s Street hasta llegar Granville Island, para perderme entre los laberintos de sabores de su mercado y ahí, darle una mordida a la manzana más dulce del universo y comprar cerezas en el puesto de frutas y verduras de Orchards y, por supuesto, una dona en Lee’s; levantarme temprano al otro día, y hasta donde mis pulmones lo permitan, subir con la bicicleta hacia el puente colgante de Capilano, una reserva natural que propone un recorrido de cuento de hadas entre copas de árboles que casi rozan el cielo, y terminar mirando el atardecer en alguno de los miradores de Grouse Mountain.

Esta vez, estamos hospedados en el Shangri-La, un verdadero santuario de relajación embellecido por obras de arte y una escena gastronómica que tienta mucho a no salir del hotel. Lo logramos, antes de mediodía, y salimos dispuestos a cumplir mi itinerario de siempre. Paramos casi cada 100 metros, para mirar las postales que regala cada lugar y alimentar la obsesión de mi compañero de viaje por retratar cada gesto de la ciudad, como si se tratara de la modelo más seductora que haya tenido enfrente. A pesar de sus constantes paradas seguidas por centenares de clics logramos cumplir con el ritual completo.

Mi paciencia ante el idilio entre él, su cámara y los horizontes urbanos es recompensada: estoy mirando a una vieja conocida para mí, a través de los ojos de quien la visita por primera vez, y la sensación es como la de reencontrarse con un amor de antaño, ahora con sentimientos renovados.

 

El efecto hoja de maple

Volamos de Vancouver hacia Toronto, viviendo la celebración en casi cada esquina de los 150 años de la fundación de Canadá como país independiente. El aire festivo se siente no solo en los miles de eventos que se organizaron durante todo el año a lo ancho y largo del país; también en la atracción que despierta la figura de Justin Trudeau.

Su joven y seductor primer ministro, a quien nos encontramos frente a frente un par de meses antes en la marcha del orgullo gay en Toronto, acompañado de toda su familia, ha provocado reacciones tan positivas que muchos afirman que desde su llegada en 2015 se ha incrementado como nunca el turismo en el país. A este fenómeno Expedia lo ha nombrado el Trudeau Travel Effect, y los mexicanos lo vivimos en carne propia con la suspensión de la visa canadiense.

VANCOUVER

No te lo pierdas

A Vancouver hay que amarla desde todos sus ángulos: por sus aguas, sus mercados, sus barrios y sus cielos.

Surca en kayak las aguas que rodean la isla Granville o atrévete a probar el surf de remo o paddle surf. Ecomarine realiza paseos guiados en kayak, donde también aprendes sobre la historia y arquitectura de la ciudad. ecomarine.com

Saborea Vancouver en un food tour guiado por los secretos y delicias de Granville Market, que expone lo mejor de los productos locales y frescos de Columbia Británica. foodietours.ca

Explora el barrio de Gastown, el “casco antiguo” de Vancouver, con sus calles empedradas, su legendario reloj de vapor, tiendas de diseñadores y galerías de arte. tourismvancouver.com

Cocina con un chef La costa oeste es rica en comida fresca y no hay mejor manera de intimar con la gastronomía de la región que tomando una clase de cocina en The Dirty Apron. dirtyapron.com

Vuela sobre la ciudad en un hidroavión y descubre las postales que ésta regala desde las alturas. Las aeronaves son libres de emisiones de carbono. harbourair.ca

Dónde comer

La escena gastronómica de Vancouver es tan variada como deliciosa.

Burdock & Co. Uno de los rincones favoritos de los locales, y de los viajeros en busca de propuestas auténticas. Éste es uno de los restaurantes pioneros del movimiento de la granja a la mesa. Sirven platillos contemporáneos, inspirados en ingredientes orgánicos, sin pretensiones, y los maridan con vinos de Columbia Británica. También ofrecen cerveza artesanal. burdockandco.com

Botanist Dentro del Fairmont Pacific Dream se encuentra un sitio de arquitectura con una visión natural, ideal para enamorarse de los ingredientes locales. Se trata de uno de los más recientes restaurantes que se suman a la escena gastronómica de la ciudad, a cargo del chef Héctor Laguna. Sabores deliciosos, platillos novedosos, todo con vista al puerto de Canada Place. botanistrestaurant.com

Coast Restaurant Un sitio de ambiente animado y platillos frescos que le rinden honor al producto del mar de la costa oeste. glowbalgroup.com/coast

Medina Café Uno de los sitios consentidos para un desayuno inolvidable y tal vez es el brunch consentido de la ciudad. La fila es larga y no se hacen reservaciones, pero vale la espera. medinacafe.com

El incremento del número de vuelos procedentes de Europa y Asia también habla por sí solo. Más allá del encanto desplegado por Trudeau, las razones para visitar Canadá son infinitas.

El segundo país más grande del mundo se extiende desde el Atlántico hasta el Pacífico a lo largo de casi 10 millones de kilómetros cuadrados, donde viven solo unos 36 millones de habitantes, lo que nos da una idea sobre la presencia imperante de la naturaleza.

En su capital financiera, Toronto, se siente la vida latiendo con fuerza en todos los rincones. Durante los meses más calurosos, el ambiente vibrante se disfruta en cada esquina, y en los meses de frío, la dinámica citadina se realiza bajo techo, en los más de 40 teatros, calles subterráneas o museos.

A nosotros, el clima nos permitió pasearnos tranquilamente por Kensington Market, un barrio antiguo, donde aún se ven construcciones del siglo XIX, de ambiente bohemio, desenfadado, que desafía el carácter un tanto sobrio de Toronto. Caminar por sus calles es caer ante la tentación de encontrar el café soñado, puestos de comida latina y hasta uno de los mejores sándwiches de la ciudad, en la carnicería Sanagan´s Meat Locker.

También descubrimos un verdadero destino gastronómico en Distillery District, una sucesión de calles adoquinadas que albergan santuarios de sake, chocolaterías, cafeterías, restaurantes, cafés, galerías de arte, cervecerías artesanales y bares que desde 2003 ocuparon este distrito histórico.

Toronto, considerada por la Organización de Naciones Unidas la ciudad más multicultural del mundo, es amable, segura, civilizada y relajante. Quizá resulte una descripción tibia o poco seductora, pero en definitiva son características que muy pocas ciudades tan vibrantes como ésta en el planeta se merecen.   

La última tarde subimos a CN Tower, otro clásico que hay que repetir las veces que sean necesarias para mirar a la ciudad en todo su esplendor. Y ahí, siendo testigo de la transformación que ha vivido Toronto a través de los años, siento como la curiosidad, la emoción y la incertidumbre del principio del viaje son reemplazadas en nuestros rostros por memorias que ahora conservan encuentros, vivencias, sabores… Regresamos a casa con esa nostalgia sutil por partir de un destino que conmueve, como viajeros y como ciudadanos de un lugar en el mundo que tiene mucho que aprenderle a Canadá.

 

Dónde hospedarse

Dicen que existe o existió un lugar paradisiaco en la región del Tíbet, un oasis donde las personas que viven ahí son casi inmortales y profundamente felices. Se trataba de una utopía mítica del Himalaya: una tierra de plenitud y gozo permanente, aislada del mundo exterior. El nombre de este sitio mencionado en la novela de James Hilton, Horizontes perdidos, es Shangri-La. Ahí trataron de llegar aventureros, exploradores y viajeros de todos los rincones del planeta. No se sabe si lo lograron, si ese lugar existe o solo es un mito anhelado. Lo cierto es que lo que más se le asemeja a la leyenda son estos oasis en las ciudades de Vancouver y Toronto, los Shangri-La Hotels and Resorts que cuentan con estos pedacitos de paraíso:

La escena gastronómica del Shangri-La en ambas locaciones rinde honor a los sabores, a las propuestas novedosas, únicas y auténticas. En Toronto, Bosk Restaurant, la firma de casa, se sirven platillos frescos, con recetas sutiles, refinadas y en un tono contemporáneo.

Insignias residentes Los chefs David Chang, coreano americano, y Jean George Vongerichten, alsaciano, han logrado convertir a sus cocinas en verdaderos imperios, gracias a sus ideas desenfadadas y novedosas. Ambos hicieron de los hoteles Shangri-La, ubicados en Canadá, su hogar. Momofuku se encuentra en Toronto y Market by Jean George en Vancouver.

Momofuku Del chef David Chang, que se ha convertido en una celebridad, debido a que su restaurante de sabores contundentes, menú valiente y reconfortante a la vez, fusiona la cocina callejera asiática con recetas más refinadas. Su famoso bun relleno de pork belly, sus noodles y el pollo frito al estilo coreano con verduras de temporada son una delicia y han hecho que muchos comensales queden enamorados de este restaurante que se encuentra en Toronto.

Market by Jean George Es el primer restaurante en Canadá del chef  francés de tres estrellas Michelin. Con sabores sofisticados, pero sin complicaciones, con una pasión y dedicación por la auténtica cocina de la granja a la mesa. Para ello, se usan los mejores ingredientes canadienses de costa a costa.

La bienvenida La recepción de estos dos hoteles son sitios donde destacan exclusivas piezas de arte traídas de diferentes rincones del mundo. La arquitectura de cada sitio también destaca; en ambos, los rayos de luz natural a través de las ventanas iluminan las grandes pinturas y esculturas. La hora del té es obligada.

 

En armonía El antiguo ritual del hammam se celebra en Miraj Hammam Spa By Caudalie Paris, en Toronto, mientras que en Vancouver, el spa del hotel es conocido porque todas las suites de tratamiento tienen su propia chimenea, baño privado y sala de relajación. Su filosofía se basa en la filosofía tradicional china de Qi, la fuerza y ​​energía de la vida natural. shangri-la.com

Información de viaje

Recursos

En tourismvancouver.com y seetorontonow.com encontrarás información práctica de Vancouver y Toronto, como itinerarios de viaje, restaurantes, hospedajes y touroperadores. Además, descubre su agenda de eventos para todo el año.