Crecimos en un mundo que apremia el legado por encima de casi cualquier cosa. Quizás es momento de reconocer, con toda humildad, que lo mejor que podemos hacer al viajar es pasar desapercibidos y no dejar huella. Fotos: Marck Gutt. 

 

Supervivencia: significado del inuksuk

 

Para navegar los paisajes peligrosamente similares de la tundra remota, las culturas indígenas del norte de América idearon un sistema de marcadores conocidos como inuksuit. Estos montículos de piedra, popularizados por la imagen de los Olímpicos invernales de Vancouver, servían lo mismo para identificar rutas que reservas de alimento.

 

Dejar huella

Hasta hace relativamente poco tiempo, cuando aparecieron los celulares con sistemas de geolocalización, los inuksuit cumplían una función primordial: marcaban la diferencia entre seguir el camino correcto o morir en el intento. En una tierra apenas transitada y desprovista de puntos de referencia, dejar huella es un acto de supervivencia.

 

Egolatría: turismo masivo glorificado

 

Pedro estuvo en el Cañón del Sumidero en 1998, Lara estuvo en el Camino de Santiago en 2004 y Alex estuvo en Suchitoto en 2015. Lo sabemos porque dejaron su nombre, junto al de otros cientos de personas, labrado en una roca, tallado en un árbol o pintado con laca en una pared. Ahora que tenemos la información podemos dormir tranquilos.

 

Dejar huella

 

La terna de arriba tiene algo en común con los inuksuit: la necesidad impetuosa de compartir con el mundo que pasaron por donde pasaron. Pero no, no son iguales ni obedecen a la misma lógica. En una tierra ridículamente transitada que se recorre con mero afán recreativo, dejar huella es un acto de egolatría.

 

 

Discreción: acciones del viajero responsable

 

En el último par de siglos los motivos y las razones por las que viajamos cambiaron radicalmente, no así nuestras ganas de dejar huella. Los cruces oceánicos y los puertos de montaña que antes se recorrían solo por necesidad, ahora se presentan como oportunidades a la mano para saciar antojos de aventura y dejar autógrafos indeseados.

 

Cueva de la Olla

 

Como nunca, el mundo está lleno de viajeros en potencia. Hay más Pedros, Laras y Alexes que pencas de maguey para que graben su nombre juntito al de nadie. Si vamos a dejar huella cuando viajamos, valgámonos de decisiones críticas y algo más que una navaja o un Sharpie.

Consumir productos locales, apoyar proyectos gestionados por minorías y evitar lugares con capacidad de carga rebasada nos permite impactar de forma positiva los lugares que visitamos. Dejar nuestro nombre escrito por todos lados, no. Si alguien se muere de ganas de saber dónde estaba el verano pasado, que me lo pregunte. Mientras, me despido con un cordial e intangible “aquí estuvo Don Viajes”.

 

Don Viajes

 

 

También lee la columna Niños a bordo: ¿Cómo acampar con niños y no morir en el intento? 

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Marck Gutt | Don Viajes

Marck Gutt | Don Viajes

Escritor, fotógrafo y bloguero especializado en turismo sostenible. Tiene más de 10 años de experiencia como generador de contenido y cerca de mil historias publicadas en diferentes medios nacionales y extranjeros. Cree que los mayores placeres de la vida tienen que ver con las bondades de la naturaleza, la calidez de la gente y el tino de la espontaneidad.

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