El llamado de Alaska

Alaska es implacable, pura, inmensa y majestuosa… ¿Impenetrable? No tanto, los cruceros han logrado acceder con todas las comodidades, entretenimiento y despliegues gourmet a esta, la llamada “la última frontera”, relata Cecilia Núñez. Fotos: Archivo.

Desde cubierta, el horizonte urbano de Vancouver, esa vibrante ciudad canadiense que se deja abrazar por el océano Pacífico y por las Montañas Rocallosas, nos da la despedida. La bocina del barco resuena al zarpar, y pronto queda atrás esta sofisticada urbe que le cede protagonismo a la naturaleza más salvaje: dramáticos glaciares, caminos inesperados, cumbres que rasguñan las nubes, vida salvaje en su apogeo, conexión profunda con el entorno en estado puro…

 

Alaska

 

Vamos a bordo de un castillo flotante: el Royal Princess Cruise, en un itinerario idílico que nos interna por encantadoras ciudades, pueblos pesqueros, fiordos, bahías, glaciares de todos tamaños y formas, y por el eco de la fiebre del oro. Desde Ketchikan, pasando por Juneau, hasta llegar a Anchorage, tenemos ocho días para explorar las aisladas regiones fronterizas de Alaska.

Este sitio, donde dominan la espontaneidad y los retadores e impolutos paisajes, es más accesible que nunca debido a la industria de cruceros; pero, una vez allí, se logra sentir tan salvaje como siempre: montes nevados en los que todavía habitan los osos pardos y las huellas de los buscadores de oro de Klondike; lugares casi mágicos donde avistar águilas calvas, ballenas jorobadas y fiordos llenos de glaciares.

 

Día 1. Royal Princess Cruise, castillos en altamar

 

Los espectaculares bares y restaurantes, el casino, el spa, el cine al aire libre, el gimansio, las hot tubes, las actividades culturales y recreativas, los espectáculos… Es un resort de clase mundial lleno de posibilidades. ¿Por dónde empezar? Por ser conscientes de dónde estamos, por dejarnos subordinar por la belleza natural que rodea al ya de por sí imponente Royal Princess Cruise.

Aquí,  la sorpresa se convierte en asombro cuando las altas montañas cubiertas de nieve se reflejan en el mar, los icebergs sobresalen en la superficie del agua, los majestuosos glaciares se apoderan de la vista y la abundante vida silvestre se alcanza a ver desde el balcón de nuestra suite-cabina.

 

Alaska

 

No podemos vencer la tentación de dejar pasar las horas llenándonos la mirada de naturaleza desnuda; los pulmones de aire frío, lleno de vida, absolutamente puro; los oídos de silencio blanco, y el alma de la sensación de estar, al mismo tiempo, en medio del todo y de la nada más conmovedora. 

 

Día 2: Ketchikan, jornada de pesca

 

 

La llamada “primera ciudad de Alaska” es ideal para realizar rutas en kayak o excursiones en barco por fiordos brumosos, y sobre todo para ver de cerca los tótems indígenas de la región del Pacífico Noroeste, legado de las tribus tlingit, haida y tsimshian que han habitado estas tierras durante milenios.

Nosotros decidimos aventurarnos con una pareja de pescadores locales por las aguas de la costa sureste de Alaska. No solo nos enseñan a pescar y a cocinar nuestro propio salmón en una verdadera degustación gourmet de producto local montada bellamente en un campamento remoto; también nos llevan a su cantina predilecta:  Hole in the Wall, localizada en un pequeña isleta donde solo llegan los pescadores a descansar. Alaska Fishing & Wilderness Dining Discovery Exclusive es el nombre de la experiencia de pesca y cocina que nos acerca a la naturaleza y a los alaskeños, diseñada por Discovery Networks.

 

 

 

Día 3: Juneau, avistamento de ballenas y orcas

 

La sensación de irnos internando en la Alaska profunda nos despierta en la madrugada. La banda sonora de Into the Wild, de Eddie Vedder, suena en nuestro camarote cuando vamos arribando al segundo puerto, la capital de este estado estadounidense. Estamos rodeados de montes llenos de neblina, espeso bosque y aguas prísitinas.

El centro de la encantadora ciudad también se deja abrazar por tres montañas, y es un laberinto de calles estrechas que presume sus pintorescas casas de principios del siglo XIX, mismas que  han sobrevivido al pasado minero.

 

Alaska

 

Tenemos de dónde elegir: podemos hacer un vuelo panorámico para adueñarnos de las mejores vistas aéreas de Mendenhall Glacier Gardens, visitar el Criadero de Salmón Macaulay, vivir la experiencia de los Trineos tirados por perros, dar un paseo por el tranvía o volar a través de una tirolesa por encima del mayor bosque templado lluvioso del mundo.

Optamos por ver de cerca a las ballenas jorobadas que en invierno visitan las cálidas aguas de nuestro país, donde dan a luz y cuidan a sus crías, y luego regresan, desde finales de la primavera hasta el otoño a estas aguas alaskeñas.

 

Día 4: Skagway, la fiebre de oro

 

 

Esta pequeña ciudad localizada en la tierra sobre la que tanto escribió Jack London, es un museo viviente dedicado a la fiebre del oro de Klondike (1897-1898), cuando alrededor de 100 mil buscadores de fortuna, marcharon, medio engañados, en busca del precioso metal, y la mayoría no lo vieron ni de lejos.

Para tener una visión tangible del drama de perderlo todo en la búsqueda del oro, hay un circuito guiado a pie ofrecido por un guarda forestal del National Park, con un recorrido por la historia de las calles de Skagway, hoy bellamente restauradas. Imperdible tomar una cerveza alaskeña en Red Onion Saloon, un antiguo prostíbulo convertido en este bar y restaurante lleno de encanto.

 

Alaska

 

 

Día 5 y 6: Glacier Bay y College Fjordy, panorama a bordo

 

 

Alaska: intacta e inmensa. Fiordos tallados por glaciares; interminables bosques, cascadas, acantilados de granito y majestuosas montañas cubiertas de nieve… De pronto: avistamentos de orcas, ballenas, delfines, nutrias, águilas calvas… Nos quedamos sin palabras al recorrer Glacier Bay y College Fjordy, donde únicamente se accede en barco o avioneta.

Doce de los 16 glaciares de este Parque Nacional desembocan en el océano, y disfrutar de su belleza desde The Sanctuary on Princess Cruises es un lujo. Se trata de una cubierta superior del barco, exclusiva para un número restringido de turistas mayores de edad. 

 

 

La ubicación brinda vistas inolvidables al glaciar, ofrecen un brunch delicioso y están disponibles una piscina y dos jacuzzis. Todo, mientras los inolvidables glaciares y la vida salvaje sucede, y el guardabosques del Parque Nacional nos cuenta más sobre este inolvidable destino.

 

Día 7: Whittier, santuario de glaciares

 

Whittier fue concebida como base militar durante la II Guerra Mundial y después construida con el estilo de la arquitectura de la Guerra Fría… Pero posee la entrada más privilegiada al Passage Inlet en Prince William Sound: una reserva natural que reúne a los mejores glaciares de marea del mundo, colosos que alteran el paisaje y se vierten al mar con brutalidad, donde depositan cientos de icebergs.

 

Para aproximarse a los límites más seguros de estos prolíficos gigantes y a la fauna marina que atraen, es buena idea apuntarse a un circuito en barco en el muelle de cruceros de Whittier. No hay que perderse el glaciar Portage, uno de los principales que se encuentran cerca de este sitio.  

 

Alaska

 

Cecilia Núñez viajó a Alaska por cortesía de Princess Cruisses. 

 

También te puede interesar 7 cruceros para explorar el mundo.