¿Por qué viajamos?

«Quizá viajar no sea suficiente para prevenir la intolerancia, pero si logra demostrarnos que todas las personas lloran, ríen, comen, se preocupan y mueren, puede entonces introducir la idea de que si tratamos de entendernos los unos a los otros, quizá hasta nos hagamos amigos”–Maya Angelou, escritora estadounidense.

Viajamos para cambiar de lugar, de ritmo, de estado emocional. Para agudizar nuestros sentidos, expandir nuestra mirada, nutrir nuestra visión, oler, palpar, degustar y encontrar lo que nos une como humanidad. Viajamos para dejar de ver el mundo como una proyección de nosotros mismos, para afinar nuestra intuición, aprender a interpretar y entender que no somos tan distintos. Y si corremos con mucha suerte, para integrar la filosofía viajera a nuestra vida diaria y percibir la cotidianidad como un momento irrepetible.

 

Carta editorial edición 102

 

Viajamos para comprobar que este planeta está lleno de rincones conmovedores que nos devuelven la pasión por vivir. Viajamos para jugar con el concepto de tiempo: para dilatarlo, estirarlo, ralentizarlo o acelerarlo. Para hacer una parada, mirar el cielo, olvidar la velocidad y tejernos otras posibilidades. Darnos la oportunidad de reparar en lo nuevo, de dejar pasar aquello que nos resulta extraño.

La filósofa y escritora Annemarie Schwarzenbach decía que en el viaje “las cosas se hacen por última vez”. Nos detenemos a vivir en conciencia ese último atardecer antes de regresar a casa, la última probadita a ese platillo típico que no volveremos a saborear en el mismo lugar, el último brindis desde ese escenario idílico

La última y nos vamos”, decimos con una mezcla de nostalgia y de esperanza por los viajes que vendrán.

Si también quieres unirte al llamado por un mundo donde las mujeres puedan derribar cualquier frontera, lee la columna Nos queremos vivas, nos queremos viajeras