3 experiencias de conservación y turismo comunitario en Quintana Roo
Ante el desarrollo fortuito de una industria cada vez más avasalladora, estos proyectos de conservación y turismo comunitario demuestran que Quintana Roo aún puede ser un paraíso.
La capital de la Columbia Británica (Canadá) es famosa por sus estampas naturales y su propuesta culinaria. No muy lejos de la ciudad de Victoria, un manzanar combina las dos cosas. Comprometida con la conservación, Sea Cider brinda por la sidra artesanal y la tierra que la ve nacer. Fotos: Marck Gutt.
Sea Cider tiene sus instalaciones en la península de Saanich, una región agrícola ubicada 20 kilómetros al norte de Victoria. A primera vista se trata solo de un campo de cultivo, uno más en la horda de huertos y de granjas a los que la capital de la provincia debe su fama culinaria. Con vistas al mar y terrazas envidiables, Sea Cider es un manzanar particularmente invitador. Sin embargo, cuando se trata de conservación, son los quehaceres y no las pintas los que merecen atención.
Para Kristen Needham, fundadora de la compañía, la conservación es medular. Parafraseando sus palabras, no puede entenderse como un interés aparte porque en la conservación se gesta el negocio. La producción de sidra depende de los manzanos, estos dependen de la tierra y la tierra depende del bienestar del ecosistema. La conservación es esencial para producir buena sidra. Y la sidra, a su vez, es el pretexto para hablar sobre especies invasivas y salvar variedades de manzana en riesgo de desaparecer.
Desde que se concibió, a principios de los años 2000, Sea Cider trabaja con manzanas orgánicas, variedades condenadas al olvido y procesos tradicionales de fermentación. El cuidado de la tierra y la utilización de cultivares raros acompañan a la sidrería desde sus orígenes, pero los esfuerzos de conservación no terminan ahí. A la certificación orgánica y el rescate de métodos tradicionales hace falta agregar una línea de sidra dedicada a la protección de especies nativas.
Con sabores de temporada, Sea Cider se suma a los esfuerzos de The Nature Conservancy of Canada. La serie Canadian Invasion está integrada por etiquetas que ponen de su parte para erradicar plantas invasivas en la isla de Vancouver. Por un lado, cada sidra cuenta la historia de una especie introducida que supone en un riesgo para la flora local. Por otro, un porcentaje de las ventas se destina al trabajo de The Nature Conservancy of Canada para la conservación de especies nativas.
Otro acierto de Sea Cider en términos de sostenibilidad tiene que ver con la gente. En concreto, con su vecinos. Cuando los demás nos vamos, los que se quedan pueden vender las manzanas de sus patios y sus jardines para hacer Kings & Spies, una sidra artesanal comunitaria. Por medio del programa de compra de fruta, la sidrería aprovecha insumos que de otro modo se desperdiciarían. Y para rematar, dona un porcentaje de las ganancias a Growing Chefs, una organización sin fines de lucro que educa sobre la importancia de la alimentación saludable.
Estoy por terminar y no puedo dejar de preguntarme «¿qué hago escribiendo sobre hedonismos?» Luego me acuerdo que vivo en un lugar donde abundan las manzanas y también las cajas de Strongbow, una sidra industrial que recorre medio mundo antes de hacerse omnipresente. Si vamos a recaer en tentaciones es mejor que seamos capaces de distinguir entre el bien y Heineken. Por la hechura artesanal, el espíritu comunitario y la conservación… ¡salud!
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