Ubicado en la dinámica zona de Polanquito, el más reciente restaurante de Ricardo Muñoz Zurita, Azul y Oro Polanco, es el spot auténtico mexicano que le hacía falta a esta parte de Ciudad de México. Conócelo. Fotos: Cortesía y Arturo Torres Landa.

 

Un nombre que es garantía

 

Hablar de los restaurantes Azul (Azul Histórico, Azul Condesa) y Azul y Oro (UNAM) es referirse, de inmediato, a un concepto bien consolidado. Creada por el chef e investigador Ricardo Muñoz Zurita, esta marca ha sabido rescatar saberes y técnicas culinarias de todo México para presentarlas con refinamiento y modernidad en todas su sedes.

Así, a este nombre y apellido le hacía falta una ubicación acorde con los altos estándares puestos en su oferta culinaria: el cada vez más vibrante poniente de Ciudad de México. Afortunadamente, hoy Polanco ya cuenta con un restaurante Azul y Oro, situado prácticamente enfrente del siempre concurrido Parque Lincoln.

 

Azul y Oro Polanco

 

 

Para toda ocasión

 

Al igual que otros espacios culinarios de la zona, Azul y Oro Polanco ofrece una terraza abierta que complementa el salón interior, formado por un solo ambiente con un piso superior. Dentro, la decoración remite directamente al nombre del sitio, con materiales y texturas en colores azul marino y oro, así como detalles que recuerdan a la artesanía de varias partes de México. De este modo, se trata de un espacio versátil y agradable, que lo mismo se presta para agasajar a un invitado extranjero que para comer con amigos.

 

Azul y Oro Polanco: clásicos y novedades

 

Ensalada de jitomates de Azul y Oro Polanco

 

Desde luego, la carta abreva de numerosas tradiciones gastronómicas para ofrecer un panorama rico y complejo de las comidas de México. Además, ha retomado platillos clásicos y bien conocidos de los otros conceptos del chef Zurita.

Como entrante, la sugerencia es probar la ensalada de jitomates heirloom, lechugas y queso Idiazábal elaborado en Puebla. Formada por verduras de varios colores y texturas, regala frescos bocados que recuerdan la diversidad de la milpa mexicana.

Para continuar, lo mejor será acudir a un clásico de los restaurantes Azul, como la sopa de tortilla. Es considerada la «reina» de las sopas y potajes de Azul y Oro Polanco, y por ello posee su propio «trono»: una bella catrina de cerámica hueca, cuya parte inferior es el plato donde se sirve la sopa.  Se acompaña con pollo deshebrado, crema, queso panela, aguacate y tortilla picada, como debe de ser, vaya.

 

Catrinas para la sopa de tortilla

 

 

Los infaltables moles

 

Aprovechando que se ha entrado en la sección de «imperdibles», el siguiente tiempo debe contener alguno de los moles del chef Ricardo Muñoz Zurita, celebrados y deliciosos. Su legendario mole negro es de degustación obligada, pues se prepara siguiendo recetas tradicionales de Oaxaca. Se puede disfrutar con un medallón de pavo o una pieza de pavo a un lado, aunque también se vale comerlo a cucharadas, como aquí recomiendan.

Si se busca una alternativa más autoral, es decir, un plato surgido del repertorio del chef, la recomendación son sus buñuelos de pato. Rellenos con la carne rostizada de esta ave, van bañados con mole negro y se culminan con zarzamoras que rompen la grasa con su acidez. Un plato redondo, juguetón, que permite varias aproximaciones.

 

Buñuelos de pato rostizado

 

 

Para compartir en Azul y Oro Polanco

 

En el apartado de los postres, destacan aquellos con chocolate, como el tamalito de maíz bañado en salsa de chocolate. Sin embargo, para probar algo distinto, el nicoatole es la alternativa más acertada. Se trata de un esponjoso «flan» de maíz bañado en salsa de zapote negro. Delicioso.

Tanto el postre como los demás tiempos se pueden acompañar con aguas frescas, mezcales, tequilas o vinos y cervezas de factura nacional. Y como sucede en las demás sucursales, en Azul y Oro Polanco también se puede ver el trabajo de las mujeres artesanas que amasan y echan tortillas impresas con sellos de muitle.

 

 

Se trata del recordatorio más elocuente de que no hay mejor comida que la que se prepara a mano y al momento. Cheque promedio: $650 pesos. Dónde: Emilio Castelar 121, Polanco. azul.rest IG: @azulrestaurantes

 

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Los reconocidos chefs César Pita, Poncho Cadena, Javier Plascencia y Alfredo Villanueva, le rindieron tributo a la cocina de la Baja en la cena Noche de Carbones. Más de 100 comensales que se dieron cita al extremo sur de la península de Baja California, en San José del Cabo, donde las olas del Mar de Cortés ofrecen espectáculos inigualables, se deleitaron con los auténticos sabores de la península en Viceroy Los Cabos. Texto: Andrea Cabrera / Fotos: Cortesía. 

 

Alianza con sabor

 

Como parte de la iniciativa chef takeover de Viceroy Los Cabos, su chef ejecutivo César Pita, realiza cada mes distintas colaboraciones con reconocidas personalidades de la industria culinaria.

Este trabajo conjunto se traduce en comidas o cenas temáticas que salpican de creatividad las instalaciones del resort y fortalecen los lazos gastronómicos entre distintos colegas.

 

Noche de Carbones

 

Noche de Carbones es el más reciente chef takeover, la idea nació en diciembre cuando César, enamorado de su cocina joya basada en platillos cocinados con leña en Viceroy, decidió crear una noche de cocina entre amigos. Además de fusionar su amistad, los cuatro chefs fusionaron sus técnicas para preparar 11 platillos con ahumados excepcionales.

 

Terraza de sofisticación y encanto

 

En el punto más alto del edificio central de Viceroy Los Cabos, se extiende Cielomar Rooftop. Este Bar & Grill cobra vida entre mesas de mármol rústico, salas lounge, luces cálidas y una panorámica imponente del Mar de Cortés que se enmarca con los espejos de agua salina que tapizan el resort.

Este restaurante especializado en cocina de leña, sirvió de sede para las creaciones carnívoras impregnadas de auténticos sabores sudcalifornianos de cuatro grandes personalidades culinarias, que actualmente radican en esta península rodeada de montañas y playas: César Pita, chef ejecutivo de Viceroy Los Cabos, quien presentó tres platillos, al igual que Poncho Cadena, de Carbón Cabrón, y Alfredo Villanueva, de Villa Torel, y Javier Plascencia, de Jazamango  Restaurante, deleitó con dos creaciones.

 

Noche de Carbones

 

Baja California a bocados

 

Los exquisitos platillos que conformaron el menú de Noche de Carbones, se dividieron en tres secciones: brasa, con platillos como el taco árabe con hummus de frijol negro, de Javier Plascencia, y ostiones a la parrilla, de Alfredo Villanueva; carbón, con creaciones como el brisket de Wagyu ahumado con BBQ de morita, de Poncho Cadena; y ceniza, con un bizcocho de café con salsa de guajillo, de la creatividad de César Pita.

El estilo y sazón de cada chef se maridó con distintas opciones de cervezas artesanales, se iluminó con una vista literalmente de altura protagonizada por el Mar de Cortés, y se amenizó con música en vivo que le puso soundtrack a esta noche llena de sabor: un tributo a Baja California. Conoce cuáles serán sus próximas colaboraciones en FB: @ViceroyLosCabos.

Con una formación de artista plástico, un paladar privilegiado, una carrera autodidacta y muchas ganas de consentir a sus comensales, el chef Alfredo Villanueva encontró su destino en las cocinas de Monterrey, desde donde impulsa y fortalece, a través de su restaurante Romero y Azahar, la escena gastronómica del norte del país.

Fotos: Charly Ramos. 

Platicamos con él sobre gastronomía, sus aportaciones al medio culinario y el papel de los foodies dentro de una comunidad.

 

¿Qué has ido aportando desde la propuesta de Romero y Azahar a la escena gastronómica de México y de Monterrey en particular?

Creo que la primera aportación es hacia lo más cercano, es como ese cliché llamado “apostolado familiar”; lo veo desde esa analogía: ofrezco una propuesta gastronómica que involucra todo lo que tengo en mi entorno.

Mi cocina es sencilla y contundente, trata de generar platillos con los ingredientes que se le van presentando, buscando lo goloso, lo suculento…

 

 

¿Y qué aportas desde tu oficio de cocinero?

La aportación clara a mi entorno es buscar la suculencia, de alguna forma algunos cocineros la perdemos de vista por la forma, por buscar la estética, por buscar el asombrar a nuestros colegas y no al comensal, no a nuestros seguidores verdaderos. Romero y Azahar sí es un parteaguas.

 

¿Qué significa ser un parteaguas a nivel gastronómico?

Nuestra cocina no está vinculada a ninguna otra influencia de la ciudad. No seguimos ninguna regla pero nos inspiramos en las diferentes cocinas en las que trabajé.

He estudiado, he leído demasiado, he preguntado demasiado, los viajes ayudan muchísimo… Hacer conciencia de cada bocado, de tu proceso histórico…. Cada sabor es bien honesto.

Nada está forzado, porque todo lo que está en el menú yo lo probé en algún momento de mi historia en el que alguien me influyó.

 

 

¿Crees que el comensal en Monterrey se ha transformado? ¿Es más arriesgado, más curioso últimamente?

Hay tendencias, como en todas las ciudades, pero sí creo que hay más curiosidad. Hay más gente queriendo probar más cosas. Hay más oferta, más ambición…

Ven a los restaurantes como un concepto que genera status, y por lo mismo de pronto siento la escena gastronómica más confundida que hace unos años.

 

¿En qué sentido?

En general, la sensación es la de que todos son foodies, todos creen que saben, pero no como antes, antes estaban seguros de lo que les gustaba.

Ahora ya les asombran otras cosas que ya no es la cocina, la suculencia de lo que te digo. Es tanta información que desinforma, y también desubica. Pero creo que es un proceso que se va a acomodar en Monterrey como se acomodó en España, por ejemplo.