Carta Editorial Food and Travel > Abril 2018

 

Desde siempre, la fantasía de viajar me parecía la más preciada de las aventuras que podría vivir cuando creciera, cuando lograra transformar la premisa “toma tus precauciones” por “toma todos los riesgos posibles”. Después, mi trabajo como periodista convirtió a los viajes en mi oficio, luego en mi adicción y ahora en mi forma de vida y la de todos los que realizamos el contenido de Food and Travel

Hace 12 años, en el Café Le Temeraire de París, el hombre que se convertiría en mi maestro espiritual me dijo que la vida no se medía por el número de respiraciones que tenemos, sino por los instantes que nos roban el aliento. Desde ese momento, me convertí en cazadora de aquellos instantes.

Pronto entendí que el viaje se compone de tres experiencias, tan diversas como afortunadas. En la primera, la planeación, las fantasías, las expectativas y esa emoción que a veces se confunde con miedo danzan a un mismo ritmo, vertiginoso, excitante. Durante la segunda fase: el desarrollo, la aventura toca el registro de la realidad, entiendes que, más que conocer nuevos lugares, viajar es la manera por excelencia de conocerte, de enriquecerte, de ofrendarte a ti mismo. El arte de viajar supone un acto de humildad, porque descubres que te equivocas más de lo que crees, que tus prejuicios se desvanecen y tus principios se ponen en duda; aprendes a renunciar a los planes y a reírte de ti mismo.

Y la última fase: el regreso al hogar, cuando reflexionas y entiendes que un buen viaje es aquel que cambió algo en tu interior, que te enseñó, a través de los ojos de los demás, una nueva forma de verte a ti mismo. Cuando vuelves con un relato, una enseñanza y con ganas de iniciar otra aventura, es cuando el viaje cumplió su cometido.

Cecilia Núñez  > Directora Editorial

 

 

Carta Editorial Food and Travel > Marzo 2018

 

“Mis viajes son la herramienta necesaria para contar una historia que me interesa, si sucede en Sri Lanka tendré que ir, si sucede en 1920 tendré que leer y si sucede a la vuelta de mi casa caminaré esos 80 pasos”, dijo el periodista y escritor argentino Martín Caparrós, en un taller sobre viajar para contarlo.

Durante siglos, los vacíos en los mapas provocaron una curiosidad vertiginosa en los viajeros. Ver la leyenda: “Región no explorada” despertaba el deseo irresistible de ir más lejos, ver lo que otros no habían visto, adentrarse de forma más profunda en lo desconocido, que para muchos era sinónimo de maravilla, y regresar para contarlo.

Yo, como sugiere el kóan, no estoy segura si lo encontré o fue el mapa el que me encontró a mí, pero sí estoy segura que el viaje dicta ciertas reglas. La primera, a mi parecer, es darse permiso. Permiso para atreverse, para tomarse el tiempo, para jugar, para mirar desde otros ángulos, para sorprenderse, para ser comprensivo con otras culturas, no comparar, jamás ridiculizar.

En mi decálogo de viajes personal añadiría ciertas sugerencias: comenzar el viaje en una librería, inspirarse en las historias, en las imágenes y las letras, pero no ponerle demasiada atención a las guías. Empacar, siempre, sentido del humor, apertura a los cambios, disposición a ser desconcertado, desenmascarado, conmovido. Hacer contacto con la gente y escuchar, sobre todo, a quienes ofrecen ideas distintas a las que nos definen. Caminarlo todo buscando mercados, conciertos, restaurantes donde se puedan sentir las reacciones, las emociones, las motivaciones. No comprar nada que no se pueda beber, comer o recordar. Y claro, despertar la sabiduría interna, obedecer al instinto y hasta a los caprichos. 

Cecilia Núñez  > Directora Editorial

 

 

Carta Editorial Food and Travel > Febrero 2018

 

Siempre hacia casa: esta es la respuesta tácita que dan los protagonistas de las grandes historias de viaje cuando se les pregunta a dónde se dirigen, y es la respuesta correcta también en la metáfora del viaje a través de la vida. No importa cuántas veces se pierda el rumbo o si decidimos tomar el camino largo, el que aparentemente nos aleja más de nuestro destino; tampoco importa si jamás volvemos al mismo lugar físico del que partimos: no existe travesía que prive de la posibilidad de volver, redefinidos, transformados, a la esencia, al hogar interno.

Para el escritor italiano Claudio Magris, el viaje es siempre la antesala a la verdadera aventura: “Un preludio de algo que siempre está por venir, siempre a la vuelta de la esquina; partir, detenerse, volver atrás, hacer y deshacer las maletas”. El autor describe al Yo, al viajero, siempre aniquilando su identidad anterior, desprendiéndose de sí mismo para transformarse cada vez que llega a un nuevo destino. 

No existe viaje si no se cruzan fronteras: emocionales, políticas, sociales, lingüísticas, espirituales… También están las más sutiles, las que separan a un barrio de otro en la misma colonia,  a un hombre del otro, a un hombre de sí mismo.

Traspasar fronteras es también reconocerlas, respetarlas y amarlas. Las cruzamos con una mirada compleja, reconociendo dónde estamos parados y entendiendo que esos límites invisibles definieron nuestra realidad, hasta ahora que nos damos permiso para ir más allá, más lejos, más profundo. Vamos del otro lado, sabiendo que volveremos y que aquellas fronteras estáticas, incuestionables, casi sagradas, se van transformando, haciendo flexibles, provisionales, perecederas, aptas para redefinirse las veces que sea necesario.

Cecilia Núñez  > Directora Editorial

 

 

Carta Editorial Food and Travel > Diciembre 2017 y Enero 2018

 

Dicen los que saben que no hay alivio más grande que comenzar a ser lo que se es. Dejar a un lado lo que otros esperan de nosotros, tomar, por fin, la determinación de hacer lo que se ama, y escuchar la voz del instinto un poco más que a la voz de la razón, significa seguir el camino verdadero: el que nos lleva a nosotros mismos.

Nuestras páginas cada día se consolidan con más fuerza a su esencia, la de inspirar y mostrar las bellezas del planeta que habitamos. Honramos con nuestro trabajo a la curiosidad como uno de los atributos humanos más poderosos y, desde hace cuatro años, a través de los Reader Awards, decidimos honrar también a las experiencias culinarias y de viaje que más inspiran a los lectores. Sabíamos que lanzar unos premios en los que se diera voz a quienes ven en Food and Travel una guía de viajes y gastronomía tendría que ir acompañado de nuestro compromiso y respeto por cada una de las nominaciones y votos emitidos. Y así lo hemos hecho.

Hemos sido testigos de cómo la noche de los premios se ha convertido en una celebración para los nominados y ganadores, y  para todos aquellos que creen en ellos y los apoyan con su voto. Gracias por formar parte de nuestras páginas y de la pasión que nos mueve. Y un agradecimiento, muy personal, a Raúl Sayrols y a Eddy Warman por compartir conmigo de manera cada vez más contundente este proyecto que desde hace casi cinco años se ha convertido en mi motor. Desde la redacción de Food and Travel, les deseamos que la celebración a la vida sea continua en este 2018. Que sus sueños de ir más allá, de ver más allá, de llenarse los ojos de paisajes conmovedores, la boca de sabores que emocionen y la memoria de recuerdos indelebles se haga realidad cada día.

Cecilia Núñez  > Directora Editorial

 

 

Carta Editorial Food and Travel > Noviembre 2017

 

Estar consciente de que todo es transitorio, de que nada es para siempre, es una de las grandes enseñanzas de Buda y, para mí, la lección más importante que me han regalado los viajes.

Aprendí a dejar ir  la idea que tenía de un destino ya conocido cuando lo revisito.  Ahora sé que mi café favorito puede no existir más o que el restaurante que una vez  me dio la experiencia sensorial más memorable, la próxima, resulte catastrófica. Después de tantos años de despegues y aterrizajes, logré entender que hasta el concepto que tengo de hogar habrá cambiado cada vez que regrese a casa y que incluso yo no seré la misma que era antes de partir.

Mi trabajo me acerca a viajeros de todo el mundo que en medio de encendidas conversaciones, coincidimos que incluso cuando nos damos aires de exploradores, es fácil caer en la trampa de siempre: idealizar ciudades de paisajes ordenados, excursiones organizadas, paraísos tropicales… Todo aquello que rebase los límites de nuestros prejuicios resulta incómodo para quien no se deja mecer por la ley del constante cambio.

Nuestro objetivo como viajeros es saber mirar con respeto y aprender a danzar con la realidad de cada destino que conocemos. Abracemos cada lugar con su desorden, con lo extranjero,  lo externo, lo exótico,  lo irónico, lo melancólico, lo distinto, lo que no encaja en ninguna definición.

“El apego es pensar que las cosas son permanentes en nuestra realidad, que es en esencia impermanente. Asume la responsabilidad de tus actos, que determinan la travesía”, me dijo en el 2006 Alejandro Jodorowski en su “café místico” en París, cuando decidí comenzar la aventura más difícil de todas, la que más polvo levanta y la que más cuestas tiene: la del viaje al centro de uno mismo.

Cecilia Núñez  > Directora Editorial

 

 

 

Carta Editorial Food and Travel > Octubre 2017

 

La zona de confort es un lugar extraño. En teoría, es el sitio perfecto para estar, pero hacemos de todo para escaparnos de él: nos fijamos nuevas metas profesionales, cuestionamos nuestras relaciones más estables, realizamos viajes que nos confrontan con nosotros mismos, cambiamos de casa, nos interesamos por temas novedosos…

Mirar de manera compleja nuestro pasado y motivarnos a ir más allá de los límites de esa zona de confort es esencial para crecer.   

El concepto del lujo también ha evolucionado y se ha convertido en mucho más que una costosa experiencia en la que nos sentimos cómodos, seguros y relajados. Los hoteles ostentosos de los que casi no era necesario salir, los restaurantes de manteles largos y el servicio casi abrumador cedieron paso al verdadero lujo, donde un cielo en el que no cabe ni una estrella más se convierte en nuestro techo abovedado y, un árbol, en la estructura donde reposa la habitación donde nos hospedamos. Hablamos de un viaje de lujo cuando la emoción de descubrir lo desconocido nos hace temblar, cuando vivimos un encuentro íntimo con la comunidad local o vamos tras ingredientes frescos para cocinar. En realidad, buscamos hacer algo por primera vez, vivir aventuras que recordemos para siempre, que nos transformen, que expandan nuestra forma de ver al mundo y que nos den una oportunidad para aprender de nosotros mismos y de todo lo que nos rodea.

El equipo que conforma el título de Food and Travel en ocho países alrededor del mundo busca, bajo cualquier pretexto, inspirarse en este tipo de vivencias para contagiarles nuestra pasión por recorrer el planeta y probar todos sus sabores, aunque esto signifique renunciar a los beneficios de esa sobrevaluada zona de confort.

Cecilia Núñez  > Directora Editorial

 

 

 

Carta Editorial Food and Travel > Septiembre 2017

 

Creemos que somos nosotros, los viajeros, quienes decidimos dónde ir. Proyectamos, hacemos los preparativos y planeamos hojas de rutas que contienen las paradas que pensamos nos harán conocer de manera profunda un lugar. Pero la mayoría de las veces la última palabra no es realmente nuestra: estamos respondiendo a un llamado que nos impulsa hacia nuevos horizontes, externos y también internos.

El escritor y gran aventurero suizo, Nicolás Bouvier, dijo que uno cree que va a hacer un viaje, pero es el viaje el que lo hace a él. Es hasta que entendemos que toda travesía concebida supone una elevación de la conciencia, cuando se produce el verdadero milagro: el cambio en el enfoque básico de la vida y en la visión del mundo.

El budismo tibetano suele explicar al destino con una metáfora en la que la vida es un tren que atraviesa por varias vías con una estación de salida y otra de llegada, y un sinfín de escalas en el camino. Seguimos un trayecto definido en el que no sabemos lo que nos espera en la próxima curva. No contamos con la información completa, no sabemos a qué velocidad hay que ir, cómo serán los escenarios que se cuelen por la ventana, cuántos cruces de camino nos encontraremos, ni mucho menos cómo será el lugar al que llegaremos.

Es cierto que podemos elegir la dirección a tomar, pero como afirman los sufís: solo podemos elegir lo que nos han enseñado a elegir. Por eso, la invitación de cualquier viaje, corto o largo, cercano o distante es a ampliar la visión, a jugar con todas las posibilidades que tenemos como seres humanos, a disfrutar el recorrido con la consigna clara de que quien cambia de lugar, está también cambiando su suerte.

Cecilia Núñez  > Directora Editorial



 

Carta Editorial Food and Travel > Julio y Agosto 2017

 

Muchos afirman que desde que los primeros mapas fueron creados, desarrollamos, como raza humana, una compulsión casi inexplicable por querer recorrer todos los contornos que dibujan el planeta. El deseo de llegar hasta el pico más alto, de mirar las profundidades del mar, de saber qué hay detrás de ese muro… forma parte de nuestra esencia, quien está en la vida tiene curiosidad por descubrir.

Diversos estudios demuestran que esa sana vagancia nos hace más felices, creativos y hasta inteligentes. Pero ¿también nos convierte en adictos? ¿Corremos el riesgo de desarrollar una obsesión por trasladarnos todo el tiempo? Desde 1886, algunos científicos se preguntan cuáles reacciones bioquímicas, psicológicas o emocionales nos podrían convertir en adictos al viaje. Los psicólogos han definido la inclinación excesiva u obsesión patológica por trasladarse de un lugar a otro como dromomanía o  neurosis viajera.

El término fue oficialmente añadido al Manual oficial de los trastornos mentales en el 2000. Quienes la sufren tienen una compulsión anormal por viajar, gastan más de lo que ganan haciéndolo, sacrifican su trabajo, amantes, familia y hasta su seguridad por seguir viajando, explica la definición de la llamada enfermedad psicótica.

“La adicción por viajar es mucho más psicológica que bioquímica”, afirma el doctor Michael Brein, psicólogo social especializado en comunicación intercultural, “como en todo, si dejas que un deseo te controle, hay efectos”. En Food and Travel México no buscamos  fomentar la dromomanía, solo contagiarlos de nuestro profundo amor por recorrer el mundo y saborearlo en todo su esplendor. 

Cecilia Núñez  > Directora Editorial

 

Carta Editorial Food and Travel > Junio 2017

 

Hay destinos que emiten un llamado al que es imposible negarse. Los desiertos envuelven en la fascinación de ese paisaje que no se parece a ninguno, pero la suya no es la seducción de un paraíso, sino de una naturaleza dura, esencial. El desierto, deshabitado en apariencia, está colmado de metáforas que nos remiten al silencio, al vacío, a la oportunidad de ocupar espacios que parecen impenetrables, a abrazar lo recóndito, a honrar la vida.

Viajar a estos parajes áridos, desolados, de naturaleza imponente, nos regala un momento valiosísimo, donde resulta fácil descansar en el interior de uno mismo, sondear las profundidades del silencio y dejar que la energía del Todo nos posea.

Chile, Jordania o México, todos brindan una experiencia física parecida, pero, sin excepción, invitan a una aventura espiritual que se inicia en un despojamiento, en la oportunidad de cuestionarse y volver a tomar rumbo. El filósofo inglés Bertrand Russell dijo que en todas las actividades es saludable, de vez en cuando, poner un signo de interrogación sobre aquellas cosas que por mucho tiempo se han dado como seguras. Ese es el momento que permite el desierto, el del análisis y la contemplación.

Los tiempos cambian, el mundo cambia continuamente, pero la experiencia del silencio, el gozo que produce, sigue siendo el mismo desde tiempos inmemoriales.

Esperamos que en las historias que conforman esta edición nos permitan inspirarlos para tomar un respiro, ya sea en el desierto de Atacama o en enclaves remotos donde el verdadero lujo consiste en apagar el ruido, hacer silencio y entrar en contacto con el interior y la belleza del mundo. 

Cecilia Núñez  > Directora Editorial