El territorio canadiense es enorme, lo que significa que siempre habrá algo para cada tipo de viajero; si eres de aquellos a quienes les gusta maravillarse con la naturaleza, disfrutar pueblos tranquilos y, sobre todo, gozar comiendo langosta, las Provincias Marítimas son para ti, dice Juan Pablo Montes. Fotos: Destination Canada, Shutterstock, Bridget Havercroft Photography y Kevin Snair. 

Es imposible resistirse al encanto de Canadá. Hay un eco que se forma en el corazón desde la primera ocasión que vas y que insiste incansablemente que vuelvas. Una vez que has conocido sus grandes ciudades y centros de esquí, te preguntas: ¿qué más hay? Y el detalle es que todavía quedan hectáreas sin fin por descubrir. Así fue como terminé en Halifax, la capital de la provincia de Nueva Escocia. Ésta, en conjunto con Nueva Brunswick e Isla del Príncipe Eduardo, forman lo que los canadienses conocen como las Provincias Marítimas.

Aunque parece una zona pequeña, la mayoría de la pesca, agricultura y minería del Gigante del Norte surge de esta región tan peculiar, que es conocida por tener la marea más grande del mundo. Pero me estoy adelantando demasiado. Mi primera reacción al bajarme del avión es de alivio, más por la espera tan larga que otra situación; sin embargo, el día está soleado y la temperatura no baja de 18 grados centígrados, una buena noticia, pues pronosticaban lluvias constantes.

 

Provincias Marítimas Canadá

 

Al salir ya me estaban esperando Bob Price, el guía de esta experiencia, y Charles Riordon, el chofer. Todavía era temprano, así que Bob sugirió que fuéramos a visitar el cementerio Fairview; no en ánimo morboso, sino por la conexión con el Titanic. “Poca gente sabe, pero Halifax fue el puerto más cercano al momento del choque contra el iceberg del famoso barco”, empieza Bob. La indicación en ese entonces fue solo recoger a los pasajeros de primera clase, pero los canadienses rescataron los cuerpos
de quienes pudieron sin importar las llamadas clases sociales.

Las familias de primera clase pagaron porque sus difuntos viajaran a Nueva York, pero 121 cuerpos se quedaron en el cementerio, la mayor cantidad en un solo lugar luego del incidente del Titanic. Entre las tumbas, que están dispuestas para formar la proa de un barco, se puede ver una con la inscripción J. Dawson; desafortunadamente para los fanáticos de la película de James Cameron, no se trata de Jack, el personaje de Leonardo DiCaprio, sino de un tal Joseph Dawson.

Decidí que mis pies hicieran la siguiente parte y me puse a caminar en busca de comida. En poco tiempo encontré varios letreros de restaurantes y uno me llamó más la atención que los demás: Black Sheep. Tal vez el nombre, pero probablemente el hecho de estar en un callejón y entrar por una puerta que parecía de servicio, fue lo que me cautivó. Dentro, la vibra juvenil y los chicos universitarios indicaban que era un lugar en boga.

 

 

El menú daba la sensación de desayunos elegantes o comida muy relajada, con un toque en definitiva hipster: sándwich de pollo frito, hamburguesa de lentejas para los foodies vegetarianos, poutine de desayuno y un clásico sándwich grilled cheese con sopa de jitomate. La elección fueron los gnocchis con pato acompañados de kale, yema ahumada y gremolata, en una combinación peculiar, pero que funcionaba. De acompañante, un café con bourbon y Kahlúa nombrado chef’s breakfast, para darle un toque más animado a la situación.

Al día siguiente, una vuelta tranquila por los Halifax Public Gardens, el más antiguo jardín de estilo victoriano de Norteamérica, fue esencial, pues lleva abierto desde 1867. Bob señala un maguey a punto de florecer y me dice: “Hemos esperado casi una década para verlo en todo su esplendor; pensamos que las heladas de hace algunas semanas iban a terminar con el sueño”. En México es normal ver un agave con sus flores de corona, pero en Halifax es un verdadero suceso. Todos los días en la página de los jardines había fotos del progreso.

Otro rincón imperdible es el baluarte de Halifax. Construido primero por los franceses en 1749, servía para defender este punto estratégico en el mapa, y los ingleses no tuvieron dudas en atacar y tomarlo. “Puede no parecerlo, pero Halifax fue de gran importancia por siglos; ahora es una ciudad tranquila donde pasear y disfrutar la brisa es un sueño”, me platica Bob.

 

Dibujar la costa 

 

Provincias Marítimas Canadá

 

La razón por la que éstas son conocidas como las Provincias Marítimas es por su larga historia de pueblos llenos de pescadores, donde cada uno tiene sus peculiaridades para destacarlos entre ellos. “Nos encontramos en Mahone Bay y a simple vista verás tres iglesias junto al agua, aunque hay cinco en el pueblo, de diferentes religiones. ¿Sabes por qué se encuentran casi a la orilla del lago?”, pregunta Bob. La razón es fácil: se trata de un pueblo que antes se dedicaba a la pesca, así que los marineros llegaban, anclaban su bote y se iban a misa. La vista es tan emblemática que incluso estuvo impresa en el dólar canadiense un tiempo.

Lunenburg es otro de esos pequeños poblados que resuenan en la historia de Canadá. Aquí se fabricaban barcos de vela para competencia. El más famoso fue el Bluenose, por lo que todavía hoy llamar a alguien bluenose es señal de orgullo. El barco y su capitán, Angus James Walters, ganaron cinco veces el campeonato internacional; tanta era su fama que en 1963 se construyó en memoria el Bluenose II, cuyo capitán, curiosamente, resultó ser Wayne Walters, nieto de Angus.

Un punto importante para visitar es el Museo de la Pesca del Atlántico, donde los familiares de pescadores que no se dedican a ello explican la importancia de lo mismo. Como antes los barcos eran de una sola familia, si una catástrofe sucedía, entonces las mujeres se quedaban solas, sobreviviendo con cualquier labor que pudieran desempeñar. Esto llevó a una regla: en un barco nunca debe haber más que un hombre de cada familia.

Tal vez parecería poco, pero ajuste tras ajuste, en la manera que se ensamblan los barcos y en cómo se suben las normas de seguridad, los difuntos en el mar se han reducido. De hecho, afuera del edificio, se encuentra una escultura en forma de Rosa de los Vientos. Ésta no solo muestra el Norte, sino que en cada pilar tiene escritos los nombres de los que se han perdido en las profundidades del océano. La esperanza: dejar de anotar nombres y que el último pilar quede intacto.

 

 

Comer en The Old Fish Factory, el restaurante del museo, es básicamente obligado, y el punto fuerte del menú es el festín de langosta. Aunque el rollo de langosta, que es más bien un sándwich de pan artesanal, con mayonesa de eneldo y tomates ahumados, es fantástico.

Saliendo de ahí, Bob me volteó a ver y preguntó: “¿Has escuchado hablar del vino de Nueva Escocia?”, honestamente pude contestar que no. Sí había probado ice wine, un tipo de vino que se hace dejando las uvas en la vid hasta las primeras heladas, muy conocido en Canadá; también de vinos de otras regiones canadienses, pero nunca de aquel lugar que apenas estaba experimentando.

Bob me llevó a uno de sus lugares favoritos: Planters Ridge, ubicado en un valle conocido como Annapolis, muy cerca de la bahía de Fundy. El lugar solía ser una granja antigua que casi se caía a pedazos, o así lo cuenta John McLarty, el dueño. Y no queda más que creerle, pues encontré el lugar en un estado impecable. Él y su esposa vivían en Ontario y cuando se retiraron, no sabían qué hacer.

Al parecer una de las opciones era mudarse a Nueva Escocia, comprar un lugar con viñedos y hacer sus propias etiquetas. Mientras degustamos Tidal Bay, un vino blanco con apelación canadiense, John me cuenta: “Ha sido un año difícil, perdimos mucha producción con una helada desafortunada, casi 70% de las uvas quedaron inservibles”.

Y es impresionante que Trump insista que el cambio climático no existe después de calamidades como éstas. Sin embargo, John y los demás vitivinicultores siguen cumpliendo su pasión.

 

La marea más alta del mundo

 

Provincias Marítimas Canadá

 

Dejamos atrás Nueva Escocia y llegamos a Nueva Brunswick, cuestión que emocionó al conductor Charles: “Crecí y he vivido ahí toda mi vida”. Me advirtió que estaba a punto de ver una de las maravillas de la naturaleza: Hopewell Rocks. Pero antes, pasamos por unos rollos de langosta a Hall’s Harbour Lobster Pound.

No soy fanático de esta proteína, pero el sándwich que venden en este pequeño poblado es extraordinario. Bob me explica: “Por aquí pasan millones de langostas al año; sin embargo, cada pescador tiene una licencia para cierto número de trampas, y cada trampa tiene un código, así evitamos la sobrepesca”.

Llegamos con el estómago satisfecho a Hopewell Rocks, y menos mal porque íbamos a ser impresionados… Tal vez solo yo. A la entrada nos esperaba Kevin Snair, uno de los guías del parque, quien también se ha dedicado a fotografiar las diferentes formaciones rocosas con diferentes mareas. “No somos el lugar con una de las mareas más altas del mundo. Tenemos la marea más alta del planeta y punto”, inicia Kevin.

Esto no solo lo dice Kevin para impresionar a los turistas, es un hecho. La diferencia puede llegar a ser de 16 metros, pero es común que sea de 10 a 14 metros.

Otra cuestión interesante es que entre bajamar y pleamar pasan aproximadamente seis horas, por lo que puede uno ver la marea cambiar cuatro veces al día. “En serio es muy impresionante, he estado años aquí y no dejo de emocionarme”, me dice Kevin.

 

 

Bajamos a la playa para comprobarlo. Al parecer llegamos en buen momento, cuando justo se iba abriendo. Apenas había un poco de arena donde podíamos pararnos, Kevin puso una roca justo a la orilla como prueba del efecto. Paseamos y disfrutamos de la explicación, Bob y Charles tan maravillados como yo, aunque uno de ellos ha vivido aquí toda su vida y lo ha visto incontables veces.

Veintisiete minutos después, ya podemos caminar libremente en un área bastante despejada: “La bajamar tardará todavía dos horas y media más; entonces el área será la misma que la de dos campos de futbol americano”, indica Kevin. Sin duda es un lugar que se debe visitar, por lo menos una vez en la vida, aunque la próxima vez me quedaré todo el día.

Dejamos atrás aquel panorama para ir a admirar otra maravilla, esta vez construida por el hombre. El puente Confederation une Nueva Brunswick con Prince Edward Island, una provincia de Canadá que efectivamente es una isla. Los locales la llaman PEI de cariño, y cuando fue anexada al territorio, la gente solo tuvo un requisito: estar bien comunicados. Eso significó un aeropuerto que iba a varias ciudades del país, pero pronto se dieron cuenta de que necesitaban algo mejor.

Algunos le llaman el puente imposible, porque se creía que una obra de esa magnitud le iba a tomar a la naturaleza demolerla un parpadeo; 20 años después es prudente decir que estaban equivocados. La monumental estructura mide 13 kilómetros de largo y se sostiene sobre 62 pilares; los más importantes son los que se encuentran sumergidos en el agua.

 

Provincias Marítimas Canadá

 

Visto desde uno de los lados, se puede ver la parte baja, que está bajo el nivel del mar. Éstos justo fueron diseñados para romper el hielo y evitar que la estructura sucumbiera.

Bob ofrece una última parada en el mejor helado de Canadá, según me cuenta. Cow’s comenzó su historia en PEI, pero lentamente ha extendido su popularidad. Ahora tiene 12 tiendas, línea de ropa y otros productos, incluido bálsamo para labios.

Dentro de los sabores hay muchos que son juegos de palabras en inglés: caramel moocchiato, cowconut cream pie, cownadian maple y lemoon delight. Me arriesgo a probar este último y lo disfruto mientras vamos al muelle de Charlottetown, para admirar el ir y venir de los barcos.

Tal vez la sorpresa más grande del viaje no fue el helado, sino este deseo de seguir ahí un rato más, posiblemente una semana o un mes, absorbiendo todos esos pequeños detalles que hacen a estas tres provincias una pausa reconfortante de itinerarios más agitados. 

 

Información de viaje

 

 

Las Provincias Marítimas se ubican en el océano Atlántico, al sur de Canadá, y son reconocidas por su pesca, sobre todo de langosta.

 

Cómo llegar

AirCanada (aircanada.com) vuela de Ciudad de México hacia Halifax, con escala en Toronto. Vuelos redondos desde $560 USD.

 

Recursos

Destination Canada ofrece sugerencias, itinerarios, experiencias en el destino y otros temas interesantes. mx-keepexploring.canada.travel

 

Dónde quedarse

 

Provincias Marítimas Canadá

 

Lord Nelson Hotel Ubicado en el centro de Halifax, este lugar es encantador y perfecto para pasear. Habitaciones desde $130. lordnelsonhotel.ca

 

Digby Pines Golf Resort & Spa Su restaurante Churchill tiene bien merecida su fama y sus vistas son majestuosas. Habitaciones desde $250. digbypines.ca

 

Crowne Plaza Moncton Moderno y confortable, es una excelente opción en Nueva Brunswick. Habitaciones desde $105 ihg.com

 

The Holman Grand Hotel Se trata de uno de los hoteles más emblemáticos en Charlottetown. Habitaciones desde $185. theholmangrand.com

 

No te lo pierdas

 

 

Peggy’s Cove Aquí se encuentra uno de los faros más fotografiados del mundo y, obviamente, disfrutarás una langosta fresca. novascotia.com

Grand-Pré Esta es una comunidad histórica que guarda muchas historias de dolor; conoce algunas de éstas con una visita. experiencegrandpre.ca

Wines of Nova Scotia Si quieres conocer más de los vinos de esta peculiar región, definitivamente debes iniciar con sus Tidal Wave. winesofnovascotia.ca

Brokewell Park Es un parque ubicado en la bahía de Fundy, con la marea más alta del mundo y formaciones rocosas colosales que te robarán el aliento. No dudes tomar un kayak si la marea es adecuada. tourismnewbrunskwick.ca

 

Juan Pablo Montes viajó a Canadá por cortesía de la Comisión Canadiense del Turismo.