Lo que hemos aprendido en todos estos años de dedicarnos al viaje como medio de vida, va más profundo y mucho más allá de expandir nuestros horizontes culturales, tomar nuestro derecho de darnos un respiro de la cotidianidad, probar nuevos sabores y ver con otros ojos los escenarios que el mundo nos regala. Fotos: Cortesía / Adobe Stock. 

Después de estos dos años y medio de cambios vertiginosos en nuestra manera de ver la realidad, hemos estado abordando los viajes como herramienta de bienestar, y en cómo necesitamos su poder transformador. Explorar, lanzarse a la aventura y armarnos de confianza y curiosidad son el mejor antídoto contra las raíces del miedo y su carácter desestabilizador.

El célebre escritor de viajes Paul Theroux dijo que “viajar es el optimismo en acción”. Como viajeros enfrentamos rupturas de prejuicios y paradigmas, acerca de nosotros mismos y del universo en el que existimos. Las restricciones siempre cambiantes nos han orillado a reunir todo el optimismo posible.

Hemos aprendido a aceptar con calma todos estos cambios que se nos presentan y hemos desarrollado una adaptabilidad que representa la cualidad ideal para salir a explorar el mundo. Si estamos dispuestos a ser flexibles, las recompensas de los viajes aún nos esperan.

Viajar ha tenido y sigue teniendo, ahora más que nunca, el poder de transformar en movimiento la esencia paralizante del miedo. Los viajes seguirán potenciando su naturaleza de asombrar, deleitar, maravillar e inspirar, pero sobre todo de unir.

También checa cuáles son las diferentes maneras de disfrutar un viaje.