Carta Editorial Food and Travel > Febrero 2016
Viajar a solas tiene el contradictorio encanto de fortalecer el lazo con uno mismo, y al mismo tiempo detonar encuentros que, al menos durante la travesía, son tan profundos que parecen amistades añejas. Una de esas conversaciones viajeras me llevó a concluir que recordar ciertos momentos le dan una nueva connotación a lo vivido. “Hace falta volver a casa y dejar pasar un tiempo para entender cómo este viaje nos transformará”, dijo esa desconocida que se convirtió en amiga aquella noche en Biarritz, el destino que inspiró esta portada.
Una es la experiencia que se vive en el destino y otra la percepción que se tiene cuando se evoca –o cuando se escribe, como es el caso de todos los que hacemos de cada viaje y de cada experiencia gastronómica una historia que se publica en estas páginas–. Saborear otra vez ese platillo o vivir de nuevo el instante que nos hizo reconocer la maravilla de un destino para compartirlo con ustedes hace que valoremos aún más el momento que se fue.
Saber que nuestras letras e imágenes invitan a tomar un avión, a probar nuevos sabores, a cocinar una receta o a fantasear con un sitio es un regalo que disfrutamos tanto como el viaje.
“Deja tu casa. Ve solo. Viaja ligero. Lleva un mapa. Ve por tierra. Cruza a pie la frontera. Escribe un diario. Lee una novela sin relación con el lugar en el que estés. Evita usar el teléfono. Haz algún amigo”, dice el escritor de viajes Paul Theroux a modo de mandamientos.
Quienes formamos el equipo de Food and Travel tratamos de seguir estas máximas en la medida de lo posible –para mí, eso de viajar ligera es una habilidad que perdí hace años–. Siempre encontramos en ellas una razón más para querer seguir haciendo maletas y buscar formas para invitarlos a que sigan acompañándonos a devorar el mundo.
Cecilia Núñez > Directora Editorial