Carta Editorial Food and Travel > Julio y Agosto 2016
“Te invito a cenar al restaurante número uno en Nueva York, según mi lista personal, la única que me importa”, me dice Raúl Sayrols, publisher de Food and Travel México, la publicación que hacemos con tanto cariño y que con este número celebra cinco años de presencia en el país.
Su comentario resuena en mí, contundente, tanto por la responsabilidad de que nuestras páginas rindan honor a la belleza, a la cocina, al producto y a la creatividad —y no a un nombre determinado—, como por el hecho de que me lo dijo luego de la ceremonia de premiación de The World’s 50 Best, que reconoce a los 50 mejores restaurantes de todos los países a partir de los votos de mil “líderes”, “críticos” y “expertos” del universo gastronómico.
¿Quién decide qué es mejor? A través de nuestras acciones buscamos siempre el reconocimiento que defina nuestra imagen desde una perspectiva externa. Este pensamiento se origina en nuestra infancia, cuando necesitamos caricias y aplausos. Ya adultos, exigimos aquello que en casa no nos daban o nos era negado.
¿Pero de qué nos sirve el reconocimiento? “Perdí una estrella Michelin, pero gané la posibilidad de ser yo mismo, de liberarme de expectativas, de volver a cocinar como quiero”, me dijo con una mezcla de melancolía y felicidad el chef Patrick Bertron. Durante la entrevista hablamos sobre la reciente pérdida de esa estrella para su célebre restaurante Bernard Loiseau, en Borgoña. Sus palabras se tornan más profundas al recordar la historia: Bertron es el sucesor de Bernard Loiseau, quien, dicen, se suicidó hace 13 años por los rumores de que le sería arrebatado el reconocimiento Michelin, que se mantuvo hasta hace un par de meses. Ahora que esa estrella se apaga, parece que salva una vida en lugar de acabar con otra.
La satisfacción de crear, haciendo lo que amamos, es el único camino. En Food and Travel ese es nuestro objetivo desde hace cinco años. Y, por supuesto, compartirlo con ustedes.
Cecilia Núñez > Directora Editorial