Ir más allá de las rutas conocidas es la consigna del viajero que se deja sorprender. La provincia canadiense de Saskatchewan obligó a Cecilia Núñez a respirar profundo, cabalgar por praderas interminables, navegar por lagos cristalinos, ir tras leyendas indígenas y probar las delicias de una tierra casi desconocida. Al final, aprendió que pronunciar correctamente el nombre de este sitio resulta fácil cuando uno se rinde ante sus encantos
Saska ¿qué?, fue la pregunta que escuché durante semanas. La inmensidad territorial de Canadá —sólo Rusia supera sus 10 millones de kilómetros cuadrados de extensión— incita a recorrerlo de punta a punta e incluso a pronunciar el nombre de una de sus provincias menos conocidas. “Sas-kat-che-wan”, contesto gesticulando demasiado, mientras trato de convencerme sobre la decisión de ir a un sitio cuyos principales atractivos son praderas, planicies, cultivos de cereal y su poética denominación de “la tierra de los cielos vivientes” por la cantidad de auroras boreales que danzan entre sus nubes. Pero un pequeño detalle: yo no viajaba en temporada de auroras.
“¿Qué vas a hacer allá, si no hay nada?”, me pregunta el único interlocutor que conoce la región en la fila de registro del aeropuerto. Demasiado tarde para cambiar de opinión. Siento agonizar mis expectativas sobre este viaje durante el vuelo que me lleva de Toronto a Saskatoon, la ciudad más poblada de la región, con apenas 222 mil pobladores (¡sólo Coyoacán tiene el triple de habitantes!). Por la obsesión de querer ir más allá de lo clásico, crucé los límites hasta de la dicción.
Aterrizo al oeste de Canadá, entre las provincias de Alberta y Manitoba, al norte de Dakota y Montana, en Estados Unidos. Jodi Holliday, representante de turismo de la llamada Provincia de las Praderas, me recibe a medianoche en el aeropuerto. Su cabello rojo vivo, el par de tatuajes que se asoman, su presencia de chica ruda y su sonrisa honesta difuminan el cansancio de un viaje largo, y comienza a poner mis prejuicios en duda. Cinco minutos con ella me recuerdan que llegar a un sitio desconocido es el pretexto perfecto para dejarse mecer por el azar. El eslogan que presume su blusa: Saskatchewan: Hard to spell. Easy to draw, lanza una invitación que estoy dispuesta a aceptar.
Cabalgar el aquí y ahora
La mejor parte de viajar es el contacto real con las personas que van conociéndose en el camino. Así que me uno con entusiasmo a un grupo de tres canadienses de distintas regiones. Plantíos de trigo y lagos que interrumpen las planicies van apareciendo tras la ventana del auto que se dirige hacia Sturgeon River Ranch, en el Parque Nacional Prince Albert.
Sigo instrucciones para aprender a escupir con estilo la cáscara de las semillas de girasol que se comen en esta región a todas horas, mientras pienso en este país con tantas almas provenientes de diversos lados —inuits, metis, descendientes de las Primeras Naciones, franceses, británicos, escoceses, irlandeses, alemanes, italianos, asiáticos, ucranianos…— tantas como los ríos y lagos (dos millones en total) que se alojan en Canadá.
Hace ya buen rato que mi teléfono se quedó sin señal y que Jodi, nuestra guía, canta mientras se pierde entre caminos que parecen llevar al mismo plantío de trigo que pasamos hace kilómetros. Me expongo con apertura a las paradas imprevistas, a los pueblos escondidos, a las miles de posibilidades, y vamos transformando cada punto del mapa en una anécdota.
Gord Vaadeland, propietario de Sturgeon River Ranch, llega justo en el momento en que los cuatro citadinos hemos terminado de rociarnos todo el repelente de mosquitos ecológico que encontramos. Gord nos guía por un recorrido a caballo en busca de bisontes. El Parque Nacional Prince Albert tiene la única manada libre de esta especie en Canadá. Cabalgamos tras el rastro de los bisontes por laberintos de álamos blancos, abetos y un tupido bosque boreal.
“Esta zona de transición, en la que el bosque boreal se une con las praderas, no es lo que esperarías de un paisaje de Saskatchewan, pero, de hecho, es algo muy común en la mitad norte de esta provincia que tiene más bosques y lagos que campos de trigo”, explica mi compañero de viaje, Mark Stachiew, proveniente de Montreal y apasionado de la naturaleza.
Nos acercamos al lago donde suelen beber los bisontes, cabalgamos a buena velocidad por las praderas, dejamos que los caballos hundan la mitad de su cuerpo —y la tercera parte del nuestro— en los pantanos, hacemos un picnic cerca de donde vemos sus huellas, y al final, sólo pudimos ver uno de lejos. Nadie se frustró. Disfrutamos un día entero de cabalgata que logró situarnos en la naturaleza y en el presente…
INFORMACIÓN DE VIAJE
CÓMO LLEGAR
Aircanada (aircanada.com) vuela desde la Ciudad de México hacia Saskatoon, vía Toronto. Viaje redondo desde $710 USD.
Dónde quedarse
En Waskesiu: Elk Ridge Resort es una extensa propiedad que cuenta con cabañas de lujo, un restaurante y campos de golf. elkridgeresort.com
En Saskatoon: Delta Bessborough es un histórico castillo localizado cerca del río, y entre los dos parques principales de la ciudad. deltahotels.com
Recursos
Turismo de Saskatchewan tourismsaskatchewan.com
Sturgeon River Ranch sturgeonriverranch.com
Prince Albert National Park pc.gc.ca
Friends of Prince Albert Park, Grey Owl Museum waskesiu.org
NO TE LO PIERDAS
Saskatoon Farmers Market (Mercado de productores) Este encantador mercado en el que los chefs locales se abastecen de los mejores ingredientes, es el lugar ideal para degustar una gran variedad de alimentos frescos que pueden comerse en el lugar, como pierogies (una especie de empanadas polacas), mermeladas y tamales. saskatoonfarmersmarket.com