Nuevo Audi Q2: el compañero ideal para tus viajes
Viajamos entre amigas con Dominika Paleta, Lula Martín del Campo y Cecilia Núñez a San Miguel de Allende, donde descubrimos todos los rincones imperdibles a bordo del nuevo Audi Q2.
¿Debemos seguir viajando a un país que fue sorprendido por un desastre natural, como lo es un temblor? Las mil y una razones para volver, lo más pronto posible a Marruecos. Fotos: Cecilia Núñez y Adobe Stock.
A las 11:11 de la noche del pasado viernes 8 de septiembre de 2023, Marruecos se estremeció con la fuerza de un temblor de magnitud 6.8 en la escala de Richter que persistió durante unos eternos 20 segundos. Quienes hemos vivido un sismo sabemos que cada segundo se multiplica por mil: por mil pedazos, por mil muertes, por miles de personas sin hogar, por miles de repeticiones en nuestra cabeza.
Desde #Marruecos, la periodista Cecilia Nuñez nos comparte el reporte de los estragos que dejó el sismo de magnitud 6.8 ocurrido el pasado viernes en aquel país#AbreLosOjos con @FranciscoZea por @ImagenTVMex pic.twitter.com/bI4wyK9NCo
— imagenzea (@imagenZea) September 11, 2023
En México, nuestra tierra, septiembre tiembla con un eco profundo, resucitando en nosotros heridas abiertas y traumas colectivos. Es por ello que creemos que podemos ser más empáticos que aquellos países que no comparten esta experiencia de dolor y pérdidas insustituibles. Este sismo ha sido el más poderoso que ha sacudido el centro de esta nación africana en más de un siglo. Dejó a su paso casi 3 mil muertos y su epicentro se ubicó en la aldea de Ighil, localizada a 63 kilómetros al suroeste de Marrakech, en la provincia de Al Hauz, en la región montañosa del Atlas.
A las 11:11 de la noche de ese mismo viernes 8 de septiembre, mis compañeras de viaje y yo escuchábamos el silencio del desierto marroquí del Sahara, sólo interrumpido por los tambores de los bereberes, la gente del desierto que también alzaba cantos hacia la vía láctea en una noche oscura, colmada de estrellas.
Ante lo sucedido, decidimos volver desde el desierto de Merzouga hacia el centro de Marrakech. Íbamos con el corazón en la mano, por una carretera en perfectas condiciones, deseando ayudar. En los días posteriores al temblor, los equipos de rescate persistieron incansables, buscando entre los escombros vidas que aún se pudieran salvar y tratando de llegar a las comunidades aisladas entre las majestuosas montañas del Atlas.
Decidimos no cancelar el viaje y permanecer en Marrakech, igual que miles de viajeros que eligieron quedarse, no anular sus itinerarios y continuar sus planes de viaje, sumando en su agenda donaciones de sangre, económicas y poniendo manos a la obra para ayudar. Mis compañeras de viaje y yo atestiguamos cómo la población enfrentó los días de luto con una resiliencia admirable, digna de emular. A pesar de la aflicción, el estado de emergencia y el luto que se vivía, experimentamos el Marrakech de siempre. Salvo el tráfico de camiones cargados con ayuda en el camino que lleva hacia el Atlas, algunos edificios destruidos, y algunas familias viviendo en campamentos lejos de sus casas por temor a las réplicas, la vida continuó en la Medina, la zona más afectada de Marrakech.
El silencio del dolor que el pueblo marroquí atravesaba como comunidad se fusionaba con una Medina palpitante de vida al ritmo de los tambores, de las melodías de los músicos gnawas y de las flautas que hipnotizan serpientes.
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Las voces sutiles de niños y mujeres, el estruendo de los vendedores en el Suk y todos los idiomas imaginables hablados por viajeros que convergen aquí siguieron sonando fuerte y claro. Además, cinco veces al día, el llamado al rezo seguía resonando con contundencia. “La vida persiste y se impone”, me dice el conductor que me lleva en motocicleta por la Medina, entre algunos escombros y también edificios intactos.
Aunque las banderas ondeaban a media asta en señal de duelo, la mayoría de los negocios abrieron al siguiente día, las construcciones continuaron su curso y todos los hoteles operaron con normalidad. Aquellos dedicados a la hospitalidad, cuya principal fuente de ingresos es el turismo, rogaban a los viajeros no cancelar sus planes, sino que consideraran posponerlos, ya que no podrían sobrellevar otro golpe luego del que supuso la pandemia por la Covid-19.
Sí, esta tragedia está ocurriendo; los muertos y heridos se iban sumando por centenares en las comunidades montañosas del Atlas, y la ayuda internacional llegaba poco a poco mientras los expertos evaluaban los estragos. Sin embargo, en medio de esta compleja realidad, también experimentamos el Marruecos de esencia intacta: oasis de palmeras, extensos jardines de olivos centenarios, naranjos y rosales, un manifiesto verde de vida en medio de la aridez. Todo esto, enmarcado por las cumbres del Atlas, guardianas eternas incluso en tiempos de tragedia y desolación.
Después del temblor de Marruecos, la misma postal de colores armoniosos persiste, con arcos y cúpulas voluptuosas seduciendo a los sentidos en el laberinto urbano indescifrable: la medina marrakechí.
La vida en Jema-el-Fna, la plaza principal, continúa en su frenesí de puestos multicolores, caóticos, excesivos y seductores. Marrakech, a pesar del duelo, conserva su esencia, su variedad de textiles, de pieles, de sedas, de tapetes y alfombras. Seduce con sus miles de especias, sus aceites, sus danzantes del vientre, su sabor a dátiles acompañados de leche de almendra. Los puestos de comida callejera siguen incitando al apetito con sus brochetas de pollo al limón y ternera, albóndigas, cuscús con sus diez verduras, al tayín de carne de cordero cocinado lentamente en su icónica cazuela de barro con tapa cónica…
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Como viajeros y viajeras, como hermanos y ciudadanos de este hogar llamado mundo, nuestra mejor respuesta es abrazar a este país, intencionar su bienestar y mantenerlo presente en nuestros planes de viaje. Sigamos explorando Marruecos tras el temblor con corazones dispuestos a enamorarse, incluso con las cicatrices de este desastre natural que, gracias a Dios, ya es parte del pasado.
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Como te informamos anteriormente, ninguna parte del norte se ha visto afectada por el terremoto, y todas las carreteras entre las ciudades funcionan con normalidad. Ciudades como Casablanca, Fez y Chefchaouen; destinos turísticos como Marrakech, Ait Benhaddou y el valle del Dades, en el sur del país, así como atractivos populares como Merzouga, Skoura y el desierto del Sahara, no se han visto afectados.
“La gente no debe sentirse culpable o avergonzada por continuar con sus viajes”, me dicen los guías de turistas locales tras el temblor de Marruecos. Es importante destacar que encuentros como la reunión anual del Banco Mundial y del FMI programadas para octubre en Marrakech fueron reconfirmadas después del sismo. Esto significa que la ciudad está lista para recibir a miles de delegados, viajeros e inversionistas de todo el mundo.
Para quienes me preguntan si deben cancelar sus planes de viaje a Marruecos después del temblor: no, no los cancelen. Viajar es también una forma de ayudar y reconstruir.
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