Los pepinos con limón, chile y sal; son uno de los recuerdos gustativos y veraniegos, más presentes en la memoria de muchos mexicanos. Tal vez, incluso, aún los disfrutas de esta forma. Aunque es usado comúnmente como hortaliza, el pepino es realmente un fruto. Y uno de los más versátiles. Además, por si no lo sabías, tiene su propio día mundial, que se celebró el 14 de junio.
Pertenece a la familia de las cucurbitáceas, por lo que podría decirse que es primo de la calabaza y del melón. Es autóctono de la India, desde donde se propagó gracias a los ingleses. Fueron ellos quienes –en la época victoriana- le otorgaron una connotación negativa, además de su nombre en inglés: “cucumber”, que se deriva de “cowcumber”, haciendo referencia a que, en ese entonces, solamente era considerado alimento de vaca. Para fortuna de todos, dejó atrás su fama, gracias a su refrescante sabor y a su rico contenido de ácido fólico, vitaminas A y C, fósforo y magnesio.
En nuestro país, pueden considerarse como un fruto viajero y colonizador, pues llegó a México gracias a Cristóbal Colón, quien primero los introdujo en Haití. Pero, ¿cómo cocinarlos? Ensaladas, aguas frescas, en aguachile, encurtidos, con ceviches, salsas o simplemente desflemado con agua y sal. Todo depende de tus gustos y también de las variedades. Las cuales pueden diferenciarse, principalmente, entre: español, corto de máximo 15 cm con piel verde y rayas color blanco o amarillo; francés, largo con espinas o de piel lisa; y holandés, con piel lisa y ligeramente surcada.
Experimenta con cada una de ellas y toma en cuenta que entre más pequeño, podría tener más cantidad de cucurbitacina, el compuesto responsable de su eventual sabor amargo. Mismo que puedes retirarle fácilmente, remojándolo en agua con sal. Aunque, si crees en los métodos de la abuelita; solamente tendrás que cortar las esquinas y frotarlas contra el pepino hasta que haga espuma.