La colonia Roma se ha vuelto un punto de reunión para los paladares que quieren ir un poco más allá de los convencionalismos, pero con exigencia de calidad suprema. Por esa razón, el chef Rodrigo Carrasco decidió trasladar su restaurante Bowie del sur de la ciudad al número 113 de la calle Córdoba.
El lugar desprende tintes de elegancia con la sencillez de un deli estadounidense; con despieces oscuros y en diagonal, molduras y remates limpios y sillones capitoneados con cuero en tonos azul grisáceos. La luz cálida se mezcla con el humo de la cocina demostrando que lo casero no es ajeno a las posibilidades de un restaurante elegante. Muy adecuado para un espacio en la Roma.
En Bowie el ingrediente consentido es el humo. Sí, el humo. Absolutamente todos los platillos están arropados por una neblina grisácea que cambia de olor según el antojo del chef. Y aunque pareciera que muchos platos se sirven calientes, la sorpresa llega al primer bocado porque gran parte del menú es frío.
El aguachile de setas, envuelto por una campana de cristal y de humo, o el carpaccio de betabel servido en una caja de madera que al abrirla desprende también un delicioso humo, son el debut de un menú que no defrauda y son algunos de los ejemplos fríos.
Si el antojo va más por algo calientito, el pulpo con chorizo, chicharrón, aguacate y limón; el marlín con aguacate rostizado, o el short rib que gracias a su cocción lenta se deshace sin la necesidad de usar un cuchillo, son la elección perfecta. Por un momento pareciera que el aguacate está servido con la piel, pero el encanto surge en el paladar, pues no es piel sino que el chef Carrasco lo ha rostizado y se ha generado una finísima capa crujiente de este manjar 100% mexicano. Todo esto va acompañado siempre por deliciosas y tradicionales tortillas recién hechas en la cocina.
En Bowie es importante dejar un huequito para el postre. El s’more de chocolate, plátano, galleta y bombones de vainilla servida en una sartén te trasportará a una tarde de campo y fogata. Si prefieres algo más light, la opción de crème brûlée de mamey es perfecta.
Pero si decides saltarte el postre, vete directo a la finísima selección de botellas de whisky traídas desde Escocia. Puede que no te guste esta bebida, pero si te atreves con el Scallywag —el que tiene un divertido perrito en la etiqueta—, es muy probable que el humo caramelizado te ayude a disfrutar uno de los mejores whiskies artesanales del mundo. bowie.com.mx