Costela es un impacto de contrastes: sabores y texturas en los platillos; colores y materiales en la arquitectura interior. Y el conjunto de este concepto es todo, menos pretensioso. Eso sí, muy relajado y te sientes en confianza de inmediato. Diríamos: parece que retozas en una playa del Pacífico mexicano o de… Los Ángeles, en Estados Unidos.
Recién surcas el piso de alto contraste, con azulejos blancos y negros, te recibe un colorido mural con motivos de playa; paredes níveas y tubería color salmón; todo nuevo, apenas casi seis meses de vida, y algunas columnas muestran —en contraste— las capas de pintura de varios años atrás —quizá décadas—.
Y la música de Costela te sorprende y relaja: primero Valentín Elizalde con “La papa”, luego Noga Erez con “Cipi” y Quantic y Los Míticos del Ritmo con “Hotline Bling”, para rematar con “Aeroplane” de los Red Hot Chili Peppers. Una amplia franja del Pacífico en los oídos. Y esta sensación seguiría hasta las papilas gustativas.
Una memorable disrupción
La chef Alexander Suástegui, creadora de Costela. De Vibras & Mar, nació en Sinaloa y luego se trasladó a Tijuana, para finalmente —hasta este momento— afincarse 12 años en Ciudad de México. Y hoy nos sorprende con las texturas y los contrastes de Costela.
No, “Costela” no es un cambio fácil de una “ñ” por una “l”; es todo un concepto que remite al ambiente de Los Ángeles, en Estados Unidos. Un ambiente fresco, desenfadado, relajado, a donde “si quedas de verte con alguien, no tienes que ir a cambiarte a tu casa; te puedes jalar de la oficina directamente”, asegura Suástegui.
Y sí, de inmediato entras en confianza —los comensales de la entrada nos saludan como grandes amigos— en esta experiencia gastronómica con la que “queremos ser muy relajados y un poco disruptivos, en relación con los servicios perfectos que encontramos en Ciudad de México”.
Protagonismo del producto
“Siempre he sido fiel al sabor antes que cualquier cosa”, es la declaración de principios de Alexander, quien nos sorprende con un “menú relajado y nada pretencioso, y eso no tiene por qué quitarle lo estético o lo sabroso”. ¡Y vaya que nos lo hace saber!
Con una trayectoria y experiencia que va desde Pujol hasta la apertura de Quintonil, Alex Suástegui fue una de las tres artífices de Escondite Supper Club, considerado uno de los pioneros en el concepto pop up en la CDMX.
Su creatividad no puede detenerse —ni lo busca—, por eso Alexander nos presenta sus propuestas en Costela con “grandes productos que tenemos en el Pacífico. Un escaparate donde puedo mostrar las joyas que tenemos allá, con las que crecí y traigo muy arraigadas en mi paladar”.
El ingrediente es siempre el protagonista en sus platillos. Y no cualquier ingrediente, pues cerca de 80% de lo que ofrece se prepara con productos sustentables.
Sabor con vibra
Con la excelente disposición de Alexander comenzamos la tarde en Costela: unos taquitos de papa como entrada, con salsa macha, guacamole y guajillo. De entrada, anticipando la amigable enchilada, los acompañamos con una caguama Carta Blanca.
Ya movido por el ritmo que sobresale de las bocinas colgantes, continuamos con unos ostiones rasurados y almejas chocolatas, que van más que bien con una fina pico de gallo; el sentido del gusto termina de animarse para recibir una delirante garnacha de aguachile que equilibra la frescura y la fritura afortunadamente.
Enseguida acometemos un sope de pulpo adobado con frijol, chicharrón, lechuga y cebolla curtida. Pensamos que estábamos en el clímax, hasta que llegó la Quesabirria —que no necesita explicación—.
Y como toda aventura tiene fin, el taco de lengua con frijoles y salsa verde nos vuelve a conducir de ida y vuelta por el Pacífico, en sólo una comida. Cheque Promedio: $550. Dónde: Plaza Melchor Ocampo 30, colonia Cuauhtémoc, CDMX. IG: @costelarestaurante
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