La historia reciente del Viejo Continente corre vívidamente por la capital alemana. Su carácter dinámico es difícil de atrapar en un solo viaje, pero hay que intentarlo. Texto y Fotos: Carlos Sánchez Pereyra/ Fotouropa.
Son las seis de la tarde de un día que no parará de llover. Estoy afuera de la estación de trenes Zoologischer Garten, sitio cuyo ritmo jamás cesa. Mientras me resguardo, me divierto escuchando a una pareja que se queja de todo, aunque sé que ello tiene que ver con el ácido sentido del humor berlinés.
No hablo alemán, pero Max, un amigo de toda la vida, me traduce lo que sabe que quiero escuchar. Él es del sur de Alemania, pero, al igual que esta ciudad, ha reinventado su personalidad al residir aquí. Encuentra disciplina y organización, aunque dice que tal vez sea el lugar menos germánico de todos. La urbe tiene su propio carácter: su historia reciente seguramente influyó. Bombardeada hasta el cansancio en 1945, testigo de la persecución de judíos y el pasado nazi. Separada en dos partes por un muro de cemento… Eso sí, la historia de Max es mucho más tranquila y cercana a esa generación de alemanes que buscan consenso y paz.
Por amor al arte
He regresado en varias ocasiones y tengo cinco sitios que no puedo dejar de visitar en cada viaje. Es mi mantra berlinés. En todos ellos brilla la movida artística de esta magnífica ciudad. El primero de ellos, es Tacheles.
Ubicado en pleno centro de Berlín, este mítico centro okupa ya desalojado y sala de exposiciones ofrece desde la década de los 90 una experiencia de contracultura que en los últimos años se convirtió en tendencia. Es la ebullición del arte: cercano al underground, como el que giraba en torno al centro comercial también llamado Tacheles, el cual atrajo a artistas de toda Europa en fechas recientes. Aquí convergen creadores que no quieren escuchar de agendas oficiales de expresión. Eligen, más bien, su propio camino. También la calle Oranienburger es ideal para hallar este universo artístico que palpita en otra realidad.
El segundo sitio es el que diseñó Norman Foster: uno de los arquitectos que participó en la creación del rostro moderno de Berlín. La cúpula del Reichstag es su aportación: obra que funciona como símbolo de unión del pasado y el futuro de la ciudad. Consiste en una propositiva estructura contemporánea que yace sobre un edificio de carácter clásico. La cúpula de cristal (bundestag.de) es uno de los referentes por antonomasia de Berlín.
Por supuesto, en mi ruta obligatoria el muro es el tercer atractivo: hay trozos de él en distintos lugares. No importa con cuál me cruce, todos guardan silenciosamente uno de los largos momentos de tensión que vivió el mundo durante el siglo pasado. No obstante, el que se ubica en Mauerpark es mi favorito, sobre todo los domingos, cuando abre el mercado de segunda mano, que quizá sea uno de los mejores de toda Europa. Me atrevo a decir que ni los del este de Londres pueden superarlo.
A pocos pasos de aquí se encuentra la representación de un cementerio a través de 2711 bloques de cemento y éste es mi cuarto sitio favorito. Se trata del Monumento al Holocausto, un lugar para guardar silencio, para pensar en lo frágil que puede ser la inteligencia humana… La última de mis citas es la pequeña Turquía, que resplandece desde el barrio de Kreuzberg. Me lleva el interés cultural, pero, si soy sincero, también voy para recorrer sus mercados al aire libre y darme un agasajo con la gastronomía alemana, que vive con un pie en Europa y otro en Asia.
Berlín de uso diario
Después de revisitar mis imperdibles personales, decido seguir paso a paso los planes que Max, mi amigo alemán, diseñó para mí: una visión de fuera para vivir la ciudad en sus propios huesos. Lo primero fue subirme en un rickshaw, que no es otra cosa que un taxi con pedales (clásico en este lugar), para dirigirme a Potsdamer Strasse número 2, lugar donde se ubica el Cine Arsenal. Este sitio que funciona como sede del Festival de Cine de Berlín, hoy experimenta de nuevo una intensa vida cultural y comercial después de haber quedado prácticamente sin vida durante la Guerra Fría.
La siguiente parada de Max me lleva al antiguo barrio de Charlottenburg, al este del río Havel, para internarme en la Bücherbogen: un paraíso de libros de arte del que es muy difícil salir con la cartera ilesa. Luego me dirige hacia el otro extremo de la ciudad, donde se encuentra la estación de metro Schönhauser Allee. Las indicaciones que vienen en el mapa que me dio son las siguientes: “Sal del metro, ve al puente bajo las vías y fórmate en la fila más larga que veas. Probarás la mejor currywurst de Berlín, y de tu vida”. Así fue como conocí uno de los míticos sitios de la ciudad: un local callejero llamado Konnopke’s que no goza de estrellas Michelin, pero sí de una hilera de gente ansiosa que dice mucho más. Ahí, se prueba la salchicha alemana asada a la parrilla más memorable de la ciudad.
El café debo tomarlo, según las instrucciones, en un conjunto de edificios y patios de finales del siglo XVIII, conocido como Hackesche Höfe, en Mitte. Este barrio tal vez sea el corazón de una ciudad que carece de un centro evidente.
La última marca del mapa no existe, pero leo una explicación: “Berlín se reinventa constantemente. Haz lo mismo tú con tu viaje”. Con esa sensación de libertad camino hasta la Isla de los Museos, a orillas del río Spree: lugar inigualable, donde se concentra la mayor cantidad de tesoros artísticos por metro cuadrado, desde el busto de Nefertiti en el Neues Museum, el esplendor del arte clásico en el Altes Museum, o el arte bizantino localizado en el Bode Museum, hasta la Puerta del Ágora de Mileto, reconstruida con las mismas piedras llevadas hasta el Museo de Pérgamo.
¿Atrapar Berlín en un solo viaje? Una ciudad que se reinicia casi de manera programada, no permite lograrlo. Berlín es inabarcable, como su propio carácter.
Información de viaje
En Berlín la moneda es el euro (1 EUR =20.50 MXN). Los meses de junio, julio y agosto son los de mayor calor, con una temperatura media de 24˚C.
Cómo llegar
Desde la Ciudad de México, KLM (klm.com.mx) ofrece un vuelo diario hasta Berlín, vía Ámsterdam. El viaje tiene una duración aproximada de 14 horas, pero la comodidad y servicio de esta línea aérea hacen olvidar cualquier distancia. Una de sus novedades es el asiento de su World Business Class, que te hará sentir cómodo aun a 10 mil metros de altura. Fue diseñado por la reconocida diseñadora holandesa Hella Jongarius quien cambia, dentro de las limitaciones de las aeronaves, la manera en que la elegancia se define en el aire. Además de reclinarse totalmente, las pantallas de televisión de 17 pulgadas son las más grandes del mercado al salir de México a Europa.
Otro de los detalles que enorgullecen a KLM es que solo trabaja con los mejores cocineros holandeses poseedores de estrellas Michelin. En colaboraciones previas estuvieron presentes chefs como Mario Ridder, Margot Janse y Sergio Herman. Jonnie Boer, también poseedor de estrellas Michelin, es el chef actual a cargo de las creaciones World Business Class.
Dónde comer
Konnopke’s Aquí probarás las mejores salchicas de Berlín, prueba la currywurst (con curry) o la bratwurst mit Senf (asada). Schoenhauser Allee 44a, Unter Der Hochbahnstation Eberswalderstr. U2, 10435.
Facil En este restaurante premiado con dos estrellas Michelin prueba su menú de degustación con clásicos alemanes y europeos. facil.de
Flamingo Fresh Food Bar En una ambiente casual y fresco, disfruta de una propuesta saludable con sus sopas, ensaladas y sándwiches. También tienen opciones veganas. flamingo-freshfood.de
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