Cerca del 90 por ciento del té que se consume en Occidente es negro… Basta con decir esto para entender cuál es el papel que juega dicha variedad en el inmenso mundo del té.
Repleto de notas frutales, de humo, vegetales dulces cocidos y azúcar negra, el té negro es la clave para entender la propagación de la camellia sinensis (planta del té) alrededor del planeta. Este tipo de té, oxidado en mayor grado y capaz de mantenerse en buen estado por largo tiempo, ha sido artículo de mercadeo, moneda corriente e incluso motivo de disputa entre naciones.
Originario de China, donde se conoce como té rojo debido al color de su infusión, el té negro surge a partir de un proceso de manufactura que hace que las hojas de la camellia sinensis produzcan un aceite esencial que resulta en una bebida muy aromática, de color ámbar y sabor profundo. Después de marchitarse para reducir su contenido de agua, las hojas de camellia se enrulan manual o mecánicamente para liberar enzimas (precursoras de la oxidación) y aceites esenciales.
El aroma y sabor del té depende de estos óleos naturales. Cuando los componentes de las hojas entran en contacto con el aire, la humedad y el calor, sucede una reacción oxidativa: la llave al fascinante mundo del té negro. De acuerdo a su grado de oxidación, las hebras pueden derivar en infusiones de tonalidades ambarinas, caoba o rojizas, con matices dulces, astringentes y ligeramente amargos, de larga permanencia en boca y con notas predominantes de azúcar cocida o melaza.
“El té negro contiene muchísima cafeína”.
Realmente no, querido lector. Generalmente, posee aromas y sabores más fuertes, aunque no necesariamente cafeína. Existen variedades de verdes o blancas, producidas a partir de primeros brotes, que fácilmente pueden superar el contenido de cafeína del té negro.
¿El té negro es excesivamente amargo? Segundo mito a romper. El té negro es predominantemente dulce, eso sí, con sutiles acentos amargos de fondo y astringencia equilibrada. Lamentamos decirlo, pero el amargor excesivo está relacionado con una incorrecta infusión de las hebras.
“El té negro sólo sirve para preparar blends”. Nada más alejado de la verdad. Si bien existen grandísimos blends que se elaboran a partir de estas hebras, como los clásicos English Breakfast, Earl Grey o el propio Masala Chai, también es posible mencionar icónicos tés negros puros: Golden Monkey, de China, de agradable dulzor y matices torrefactos; Kosabei, de Kenia, con notas de malta y tierra; Lapsang Souchong, de la provincia china de Fujian, plagado de humo, o el propio Keemun chino, con sus fascinantes matices de nuez, ciruelas y orquídeas. Una vida no es suficiente para probar todas las variedades que se producen en India, China, Sri Lanka, Kenia, Malawi, Tanzania, Nepal…
Cómo infundir y con qué acompañar. Los puristas apuntan a una proporción ideal de 2 gramos de té por cada 150 a 180 mililitros de agua; líquido a 95 °C, por entre 3 y 7 minutos, cierran el ciclo de preparación. Ojo, todo es relativo y nada absoluto, así que conviene optar el ensayo y error hasta encontrar la fórmula perfecta para cada paladar. Leche, limón, azúcar… dependen del tipo de té y tradiciones de consumo, sin embargo, podemos decir que los tés negros acompañan bien a embutidos suaves, pescados ahumados, quesos de hongo azul, chocolates oscuros y caramelos. escueladete.mx