Sobre un césped perfectamente cortado se dibujaba un sendero enmarcado con velas que iluminaba el ocaso de una templada tarde en Cocoyoc. Era el camino que conducía a una reproducción casi exacta de una típica sala de té nipona, construida por la Escuela Mexicana de Té. Allí esperaba Reina Sakao, la maestra de té que dirigió, casi en silencio, una ceremonia Yobanashi. Fotos: Cortesía Escuela Mexicana del Té y Nelly Cabrera.
Pero el ritual —una de las tres ceremonias japonesas de té más importantes del año, la Yobanashi se realiza en invierno— iniciaba antes, desde el momento que nos indicaron que nos despojáramos de aretes, anillos o cualquier otro adorno, pues nos sumergiríamos en acto donde la humildad es uno de los valores principales de los japoneses: Nou aru taka ha tsune wo kakusu, dice un refrán de ese país que significa “un halcón talentoso esconde sus garras”.
Armonía, respeto y pureza
Llegamos a una banca donde nos esperaban la maestra y su madre, quienes intercambiaron velas (acto que representa el intercambio de sentimientos y es lo que diferencia a la Yobanashi del resto de las ceremonias de té japonesas). Reina nos invitó a lavarnos las manos, para purificarnos antes de entrar al salón. Y es que esta ceremonia también es espiritual, y sus principios son: Wa Kei Sei (armonía, respeto y pureza) y la Jyaku (tranquilidad).
Al entrar a la habitación blanca alumbrada por velas, los participantes debemos hacer una reverencia a la pintura de caligrafía japonesa llamada tokonoma, así como a los utensilios y al brasero que Reina utilizaría para la preparación del té matcha. Una vez sentados en cuclillas, la maestra ofrece a cada participante una bandeja de madera con cuatro compartimentos (bento) y unos bocadillos de sabores ligeros con base de arroz, camarón, pollo y verduras; esa sutileza tiene como objetivo no interferir en el sabor del té. La temática de la degustación, explicó Reina, era “México-Japón”; ella misma diseñó la comida kaiseki.
Antes de dar paso al té, el ritual indica que se debe salir del salón para que el maestro purifique nuevamente el lugar y al sonido de un gong se regresa. Al comenzar la delicada preparación del té matcha, la maestra Reina extrae con el chashaku (cucharita de bambú) la medida exacta del polvo verde (una manera de descubrir la calidad es por su tonalidad, que debe ser un verde intenso y brillante) y la coloca en un tazón de cerámica y le agrega agua caliente. Con suavidad toma el chasen (batidor también de bambú) y moviendo sus manos como el aleteo de un colibrí, agita por 20 segundos. La bebida queda espumosa y es ofrecida a los invitados con una reverencia.
Los sabores en la Ceremonia Yobanashi
No es un sabor fácil; es intenso, amargo y de textura espesa. Sabe a trabajo artesanal pero fino, a Sol sobre las hojas… inolvidable. Para “sellar”, comemos algunos dulces que hacen un equilibrio exacto. Así culmina la ceremonia Yobanashi, con la sutil búsqueda japonesa del equilibrio.
Luego desandamos el camino. En voz baja, los directores de la institución nos aclaran que a Reina Sakao, tercera generación de la familia Sakao, dedicada al cultivo del té verde japonés. Le apena que le digan “maestra”, pues conocer y aprender sobre esta bebida es un aprendizaje que lleva toda la vida, ni más ni menos.