Por primera vez los gobiernos de México y el Reino Unido celebran un Año Dual. Una iniciativa creada con la finalidad de promover un mejor entendimiento entre ambas sociedades para incentivar negocios y cooperación en diversas áreas. La gastronomía fue uno de los vehículos utilizados para estrechar lazos y generar una interacción que sin importar idioma o costumbres, generara una experiencia de auténtico intercambio cultural.
La ciudad de Puebla se convirtió en el huésped perfecto para reunir el talento culinario de dos continentes. El chef inglés James Knappett del restaurante Kitchen Table y Bubbledogs, visitó la capital poblana para compartir los fogones con el cocinero Ángel Vázquez del restaurante Intro y crear una experiencia magnífica.
Era momento de servir el menú cuando el habitual bullicio provocado por un salón lleno de comensales fue contrarrestado por el silencio de cada bocado. Chicharrón, jamaica y un parafait de pollo inauguraron el convite, seguido por un pan parkerhouse que se deshacía en la boca. Para acompañar, la primera bebida de la noche, un coctel hecho con ginebra, ancho reyes, jamaica y hoja de aguacate, ideal para estimular el apetito.
Un hamachi con alcaparra, agua de tomate y polen de hinojo llegó a la mesa como parte del segundo tiempo. El estilo culinario de Knappett obligó a reducir drásticamente la sal en el platillo para potenciar el sabor del pescado fresco. El suave Anna de Codorniu Brut consumó el cometido. Seguido por un desafío culinario al integrar relish de tenaza de langosta, sandía, nopal y guayaba, resultando un éxito rotundo. Tras ello, la cola de langosta con mantequilla de vainilla y aguacate prolongaba el goce. Para rematar, cebolla cambray aderezada con yogurt, chícharo y granada seducía la mirada con tan radiantes colores.
A continuación uno de los tiempos favoritos, pork belly con mole poblano, elote, higos y huitlacoche acompañado de forma muy mexicana, con tortillas de maíz. El helado de balsámico con trufa fresca continuaba deleitando a los sentidos armonizado con un potente La Carrodilla Shiraz. Una pareja de platillos que todos hubieran querido repetir.
En cualquier cena, uno siempre espera el momento del postre. Los sabores a parrilla impregnados en piña fresca con un toque de crema ácida crearon expresiones de alegría. En contraste, un plato incomprendido compuesto por fresas, chícharos y menta de texturas interesantes acompañado por un dulce Casa Madero cosecha tardía. La estimulación sensorial se dio por terminada con un panqué de regaliz con plátano y un Nebbiolo Passito. Entre sonrisas y aplausos la memorable velada llegó a su final. introrestaurant.com