Aunque los vinos de Viña Ardanza ya existían desde 1890, cuando cinco familias fundaron la bodega en el Barrio de la Estación de Haro, fue el 28 de septiembre de 1942 cuando D. Leandro Ardanza registró la marca. Texto: con información de Montserrat Romero.
Fue la filoxera lo que llevó a mucha gente a construir a finales del siglo XIX en el Barrio de la Estación, esto se debió a la llegada de comerciantes y enólogos franceses, siendo el caso particular de Viña Ardanza, el de Monsieur Albert Vigier. Esto se notaba en las mezclas bordelesas del momento, y en las etiquetas que llevaban referencias como: Estilo Medoc, Estilo Sauternes o Estilo Borgoña, este último era el que se ocupaba en la bodega Ardanza. Hoy, 75 años después, dicha bodega ha llevado prestigio a la Rioja Alta a través de sus etiquetas.
Por esas razones, y otras que iríamos descubriendo poco a poco, La Europea trajo al enólogo Julio Sáenz para realizar una cata vertical de algunos de los mejores añadas de Viña Ardanza: 1989, 1994, 2001, 2004 y 2008.
Julio nos contó la historia de la bodega y cómo ha evolucionado el estilo de los vinos. Explicó que ellos apuestan y siempre han apostado por la mezcla de diferentes variedades y parcelas. Por un lado tempranillos de la Rioja Alta: elegantes, finos, con gran potencial de envejecimiento y, por el otro están garnachas con su gran potencia y estructura; además de que obviamente no hay una receta fija, sino la que el enólogo decida. Además, todo se añeja en barricas de roble americano.
El primer vino que nos presentó fue el Reserva 1989 de un color rubí mate y lágrima densa. En nariz encontramos humo, madera envinada y cerezas, aunque en boca se apreciaban mejor las especias y tostados. El primer sorbo resultó potente y el retrogusto largo y agradable.
El siguiente fue el Reserva 1994, que era 75% tempranillo y 25% garnacha. La nota a humo también estaba ahí, aunque ahora se podía degustar también tabaco, tierra y grosellas. Además de que su color rubí y textura suave lo hicieron más llamativo. Julio entonces resaltó: “Los vinos de la Rioja Alta saben envejecer bien, y los de Viña Ardanza evolucionan excelente en botella”.
Al llegar al 2001, explicó que ese fue tal vez el cambio reciente más notable. Los tonos eran más vivos, los aromas más frescos, aunque se mantuvo la sensación especiada y no tanto la frutal. Luego aclaró que no son vinos que se elaboren año con año, sino cuando las cosechas de tempranillo y garnacha son excepcionales; lo cual solo pasa cinco o seis veces en 10 años.
Julio nos señaló que entre el Reserva 2001 y el 2004, justo no hubo vino, pero que luego se dieron excelentes condiciones durante el año para crear una mezcla de 80% tempranillo y 20% garnacha. Su color era rojo picota, en nariz había más vainilla, chocolate, madre y frutas negras. En boca era más equilibrado, fresco y de retrogusto largo.
Tal vez el cambio más reciente, es que el reserva 2008 fue de uvas procedentes de viñas de las que Viña Ardanza es propietaria. El tempranillo provino de las fincas Motecillo y La Cuesta, por su parte la garnacha por primera vez provino de la finca La Pedriza de Tudelilla. En nariz la cereza, el café, el caramelo y la vainilla estaban presentes. En boca también era equilibrado con un claro dulzor fresco. Al ser el último vino, Julio cerró diciendo: “Viña Ardanza cumple 75, tiempo en el que nos hemos adaptado al consumidor sin perder la calidad de los vinos de la Rioja Alta”. laeuropea.com.mx