Francia no solo ha dado a la historia poetas como Arthur Rimbaud, escritores como Marcel Proust, actrices como Catherine Deneuve o cineastas como Jean-Luc Godard; en todo el planeta, también es el primer productor de uva y el poseedor de algunos de los mejores vinos. Por eso, el sommelier Miguel Ángel Cooley hace un reconocimiento a las delicias que surgen de las vides galas mediante una cata realizada en Lipp La Brasserie.
Miguel Ángel nos recibe personalmente en la barra de la entrada, con la serena, tímida y cálida luz del lugar. Que invita a los cuadros alargados de motivos vegetales a mostrarse seguros en las paredes. Pasamos a nuestra mesa que a primera vista nos deja mirar un bosque cristalino en miniatura:
- cinco copas para cada comensal, en las cuales cataremos cinco vinos de cinco distintas regiones de Francia.
Al recordarnos que en territorio francés hay 867 mil hectáreas de viñedos y, en comparación, en México hay 3 mil 600 hectáreas de plantaciones de uva. El sommelier Cooley nos introduce al universo vinícola galo de una manera por demás clara y sencilla. Aunque ampliamente documentada. Nos estimula a conocer cada blanco, tinto o champán mediante la vista, el olfato y el gusto, siempre dejando abierta la posibilidad de que cada quien distinga las sensaciones, sin predisponernos.
Para empezar la cata en Lipp La Brasserie, la entrada llega con la champán G.H. Mumm Le Rosé; la acompaña un foie gras con chutney de higos y polvo de pan de especias; este maridaje inicial acierta y nos mueve a jugar el rol de adivinos, para anticiparnos a lo que vendrá.
Así, para el primer tiempo, el Chablis Michel Picard da fuerza y definición a la ensalada de lechugas armonizada con palmitos con vinagreta de miel y quinoa crujiente, estabilizando el dulzor y dando carácter a las hojas vegetales.
Para el plato fuerte, nuestra impresión fue también fuerte: el espectacular cordero lechal confitado con papa sautées no sólo fue maridado con un tinto; en esta ocasión Miguel Ángel Cooley pone a la mesa dos propuestas que nos llevarían a un estado de contemplación casi nirvánica: el Gigondas Remy Ferbras —que con el paso de los minutos se abría cada vez con elementos y notas que parecían salidos de cada molécula— y el indiscutible —hasta ese momento— clímax de la noche: el inenarrable Chateau Camensac 5to Gran Cru Classé. En ese punto creíamos que nada más podría sorprendernos.
Pero como es de sabios cambiar de opinión y reconocer los errores propios, pasamos a otro nivel de asombro con el bizcocho de chocolate y el maridaje con Les Mingets, Sauternes, un vino botritizado que lejos de volver este maridaje un sueño pesado de azúcar, se convirtió en un concierto de dulzor melodioso y en armonía.
La podredumbre noble
Existe un hongo llamado Botrytis cinerea, el cual en condiciones en verdad singulares puede atacar las vides en algún afortunado viñedo. Así es, afortunado porque le confiere al posterior vino características que lo hacen único.
En los llamados vinos botritizados ha actuado esta plaga que microperfora la uva, pero lejos de afectarla, regula las condiciones como humedad, azúcares, aroma, etcétera.