En México tenemos platillos tan elaborados como simples. La torta, una elaboración que parece tortuosa por definición, puede ser una comida muy completa y nutritiva; este almuerzo de tantos mexicanos se ha impuesto a lo largo y ancho de todo el país, desde los puestos callejeros hasta las cocinas donde el ingenio creativo satisface el más alto placer gustativo; un vehículo para la innovación que parte de releer los clásicos de la tradición tortera, nacida por una necesidad cultural. Te compartimos las cinco tortas más típicas mexicanas que no puedes dejar de probar.
La guajolota
Uno de los manjares matutinos que ofrece la Ciudad de México es la torta de tamal, alimento sabio y completo. La guajolota es una telera rellena de un tamal de harina de maíz, ya sea tradicional o frito, así de simple. Listas para prepararse al momento y venderse en carritos por la calle; de la hoja de maíz, luego al pan y finalmente al plato. Se dice que el nombre de esta torta tiene su origen en el corazón de esta pluricultural y cosmopolita ciudad, debido a la vida tan acelerada que tienen sus habitantes. En busca de una buena cantidad de energía a un bajo costo, acompaña esta torta con un buen atole para mantener la tradición.
La guacamaya
De León, Guanajuato, esta torta se compone de un bolillo crujiente y dorado relleno de chicharrón duro de puerco, cueritos encurtidos, aguacate, salsa de chile de árbol y pico de gallo. Al hablar de ellas, surge el nombre histórico que le dio origen a esta delicia, Don Deme. Demetrio Nájera vendía chicharrones con salsa en las calles y se dice que un grupo de jóvenes se reunía cerca a comer “duros”, estos chicharrones crujientes, y a tomar tequila; mientras más picaban más tomaban, hasta ponerse a hablar como guacamayas; sin darse cuenta, se dio poco a poco la combinación del bolillo con el chicharrón para disminuir el picor, y la expresión “Deme uno Don Deme” evolucionó a “Deme una guacamaya Don Deme”. Acompáñala con una cebadina, la bebida tradicional a base de cebada, fruta y bicarbonato de sodio.
La tecolota
La torta de chilaquiles… una bomba calórica de desborde gustoso. El pan francés o bolillo cortado por la mitad y relleno de chilaquiles rojos, verdes o campechanos, una elaboración que pone en alto la tortilla de maíz previamente endurecida, frita y posteriormente cocinada en una salsa picante, a lo que se puede agregar pollo deshebrado, al pastor o cochinita pibil, además de queso rallado, crema, cebolla fresca y rajitas de chile jalapeño o habanero. Una exquisitez capitalina cuando el cuerpo está hambriento, que unifica concentración y condensación en un mismo platillo.
La torta ahogada
De la tierra del mariachi, este interesante antojito jalisciense tuvo su origen apenas el siglo pasado. Envuelta en un bolillo salado, el birote, único en Guadalajara, se unta con frijoles y se rellena con carnitas de cerdo y cebolla, todo bañado en salsa de tomate y chile de árbol. Es la favorita de los amantes del picante, y se cree que, como muchas otras recetas exitosas, surgió del ingenio y de la falta de otros ingredientes, un simple accidente. Seguramente, como lo señalan las fuentes, el primer local en vender estas tortas fue “El Güerito”, en la década de los cincuenta, y curiosamente fue un cliente con resaca quien bautizó las famosas tortas tapatía al caer ésta sobre la salsa diciendo “Démela así, ahogada”.
La de la barda
Creada por el señor José María Bracamontes en Tampico, Tamaulipas, junto a la barda limítrofe que separaba el ferrocarril y los muelles de la ciudad, esta torta es famosa en el norte de la República. Debido a su éxito, pronto se difundió por toda la ciudad, convirtiéndose en etiqueta y símbolo que identifican a la zona. Bolillo relleno con frijoles, jamón, queso de puerco, chicharrón en salsa verde, carne de res deshebrada, aguacate, chorizo… una buena torta, abundante y prometedora, que vale la pena saborear lentamente.
Sin duda alguna, colocar nuestro alimento entre dos panes ha sido un triunfo, y ha hecho de las tortas uno de nuestros alimentos más típicos, tal como lo describe Pedro Reyes en su libro Acá las tortas (Planeta, 2015), “la torta es transportable, callejera… Desde tiempos remotos ya manifestaba su vocación viajera”. Es portátil y acompaña. Es comida de añoranza, porque “en medio de esos dos trozos de pan, cabe nuestra historia…”.