En una ciudad que no duerme, donde las noches se repiten y los bares compiten por ser lo más “instagrameable” posible, un lugar eligió el silencio como lenguaje y la precisión como estilo: Handshake Speakeasy, el mejor bar del mundo según The World’s 50 Best Bars 2024, que decidió celebrar su aniversario número 4.6. Una cifra poco redonda, casi impertinente, pero profundamente coherente. Fotos: Cortesía
Cuatro años desde que abrió su puerta en Amberes 65 y seis años desde que duplicó su universo en Polanco, Ciudad de México. Un punto decimal que los detiene en plena carrera para observar lo que han construido y lo que aún se están atreviendo a reformular. Celebrar 4.6 años es decir: “Estamos en tránsito”. Es negarse al cierre, al clímax forzado, al número cómodo para invocar el presente en su forma más viva.


El aniversario de Handshake Speakeasy
Entrar a Handshake Speakeasy es cruzar un umbral entre lo cotidiano y lo cinematográfico. El acceso, tras una discreta “salida de emergencia” dentro de un hotel en la Zona Rosa, te conduce por una escalera sin pretensiones hasta un universo subterráneo donde el mármol negro y el dorado evocan el glamour del art déco. Con una refinada playlist de fondo, aquí cada coctel tiene un origen técnico, un momento de obsesión creativa y una conversación implícita con quien lo bebe.
Para este aniversario de Handshake, las voces detrás de la barra no eran solo locales. Mixólogos internacionales se sumaron al ritual con creaciones que no solo homenajearon la técnica del mejor bar del mundo, sino que también desafiaron sus propias lógicas:


Proveniente de Tokio, Shingo Gokan ofreció una reinterpretación inesperada con su Banana Sake Martini; sutil, medido, con una capa tenue sobre un fondo umami que conversa con el sake; Lola Lau, de China, trajo consigo el Happy Mule, con Tequila Dobel, pistache cremoso, jengibre, lima y burbujas que se combinan para ofrecer una bebida que tiene tanto de postre como de brisa.
Desde Singapur, Vijay Mudaliar llevó la fiesta al terreno de lo nostálgico con su Champorado, inspirado en el clásico desayuno filipino con Matusalem 15, ganache de chocolate, arroz y calamansí, mientras que Brian Kassim Owango, originario de Nairobi, Kenia, ofreció el Dandoon, hecho con mezcal Creyente, flor de jamaica, lima, limoncillo, Cointreau y sandía.

Una barra de manifiesto
Estos y otros invitados no solo llegaron para rendir tributo, sino para expandir el lenguaje que Handshake Speakeasy ha ido cincelando con precisión de relojero. Porque en este bar no se sirven tragos: se cuentan ideas, se formula el futuro de la coctelería global sin necesidad de etiquetas.
4.6 no fue solo una fiesta. Fue un statement. Un manifiesto de sabor y forma. Una curva más en una barra que sigue avanzando. handshake.bar
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