Hace 20 años, en Monterrey, el chef Guillermo González Beristáin—reconocido por su trayectoria con el premio The Diners Club Lifetime Achievement en los 50 Best de Latinoamérica— abrió un restaurante que revolucionó la escena gastronómica de aquel momento, en el norte, y en el país entero: Pangea.

La historia de éxito de Pangea se continúa relatando con cada uno de los platillos, ingredientes, técnicas e incluso con la evolución en el gusto de los comensales.

Hoy, se reinventa desde un nuevo espacio, en la Arboleda, en Monterrey, y suma a su exitosa fórmula la contundente personalidad culinaria del talentoso chef Eduardo Morali, quien ahora está frente a los fogones de Pangea. Fotos: Charly Ramos. 

The Diners Club Lifetime Achievement en los 50 Best de Latinoamérica

Platicamos con ambos chefs y nos contaron sobre sus historias, la evolución en su camino y la esencia de Pangea.

Guillermo González Beristain: Transformarse para mejorar

 

¿Cómo está viviendo Pangea sus 20 años de vida con tantas transformaciones?

Nunca había disfrutado Pangea tanto como hoy, ha sido un proceso del cambio, en el que no hemos escatimado en el diseño y la arquitectura.

Tenemos un Pangea vigente para los siguientes 15 o 20 años, y la llegada de Eduardo Morali le ha venido a sumar mucho; era mi gallo en Top Chef. Es una persona muy íntegra, alguien que no traiciona lo que quiere ni lo que le gusta, por eso es mi socio.

 

¿Cómo te relacionas tú, personalmente con este cambio?

Los cambios son necesarios pero incómodos. Fue muy difícil tomar la decisión de dejar un lugar en donde estuvimos literalmente por 20 años.

Ha sido una de las decisiones más complicadas que he tomado, pero ahora tenemos un mejor espacio, una mejor propuesta.

 

Pangea

 

¿Y en la vida?

He aprendido que cuando hay un punto de quiebre, te transformas para mejorar. Las peores cosas que te pasan, al final e invariablemente son lo mejor que te puede pasar.

En mi vida he visto venir cambios de situaciones que jamás pensé que sucederían, pero ahora las celebro.

 

¿Cómo se sustenta Pangea como un consolidado ante una escena culinaria donde se rinde culto a la moda, a la novedad a lo efímero?

Pangea es un restaurante muy consistente. No vamos a tener un globo que te puedas comer, pero sí un gran corte de carne o una gran ensalada.

No queremos ser un restaurante de moda ni copiar propuestas de otros lugares. Nos basamos en técnicas de cocina y cada vez más en producto. Desde que llegó Eduardo Morali, nos hemos dado cuenta que todo se puede conseguir.

 

¿Cómo se crea fidelidad con los comensales?

Cuando vas a un restaurante y no regresas, es porque el lugar no cumplió con lo que estabas buscando. Solo regresas al que sí te gustó, y esa es responsabilidad del restaurante, no del comensal.

Nuestra clientela, cuando abrimos Pangea, tenía 30 años y en este momento tiene 50. Hemos envejecido pero queremos una mezcla ecléctica con gente más joven que se una a nuestros clientes recurrentes.

 

¿Cómo ha ido evolucionando el comensal en 20 años?

Lo que ha llevado a Pangea al lugar donde está, ha sido la exigencia del cliente. Cuando abrimos, servíamos atún término medio y la gente lo regresaba. Teníamos que explicarle al cliente, y a mí no me gusta tener que dar instrucciones de cómo comer algo.

Pero al principio la gente regresaba el crème brûlée de vainilla porque tenía puntitos negros, le tenías que llevar una vaina y explicarle. El día de hoy la gente está mucho más educada y te exige muchísimo más.

Y gracias a eso hemos cambiado muchas cosas: el pan que poníamos en la mesa cuando abrimos no es el mismo que  servimos hoy; antes teníamos una carta de vinos grandísima, ahora tenemos etiquetas más escogidas y creo que Eduardo (Morali) y yo vamos a seguir trabajando mucho en eso.

 

Pangea

 

¿Y cómo has evolucionado tú, personalmente, en estos 20 años?

Ahora tengo menos miedo. Los primeros años tenía miedo de que el negocio no fuera rentable. Tener todas las mañanas miedo es bueno y malo: bueno porque te hace no dejar nada a la suerte y revisar todo, pero es malo porque la angustia y el peso que tienes sobre ti, te impacta de una manera que no es positiva.

Ahora me siento afortunado de estar en la posición en la que estoy, porque he hecho todo. Me ha ido bien y me ha ido mal.

 

¿Cómo te relacionas con el éxito y el fracaso?

Abrir el primer restaurante, fue uno de los momentos culminantes de mi vida, muy significativo además, porque lo abrí el día que cumplí 30 años. Luego llegó el segundo restaurante, que era algo impensable. Después cerré Genoma y fue lo mejor que me pudo haber pasado, porque estaba quebrando.

Cuando quiebras le echas la culpa a todos: al cliente que no sabe comer y que no entiende un concepto; al que me adelanté 20 años en el concepto… Pero te das cuenta que el único responsable eres tú y tienes que aprender.

El siguiente restaurante que abrí, fue el que más planee de todos. Ahí no le dejé nada a la suerte, todo estaba planeado.

 

¿Cuál es la responsabilidad de ser un chef influyente, un ejemplo a seguir?

Para mí, la responsabilidad es con la gente que trabaja conmigo en el grupo. Si yo puedo impactarlos a ellos, es suficiente. Si puedo crearles un mejor oficio, que ganen suficiente y que tengan una vida digna; ese quiero que sea mi legado, no hacer libros ni nada de eso.

 

Eduardo Morali: in crescendo

Pangea

 

Has recorrido un camino largo en diferentes proyectos gastronómicos ¿cuáles lecciones atesoras?

La disciplina como cocinero. Mi recorrido me dio los estándares con los que me rijo hoy, en técnica y sobre todo en integridad; aprendí que no deben existir nunca los atajos.

Creo que el camino me fue poniendo en diferentes lugares para ir creciendo poco a poco, de manera natural: de ser chef de un lugar que apenas iba a abrir, me convertí en chef de algo más formado, y luego de lugares grandes, consolidados, crear proyectos, manejar dos restaurantes de renombre, y ahora grupo Pangea.

 

¿Qué te llevas contigo de tu experiencia en Eloise y Loretta?

Logramos arrancar Eloise desde un sitio que nos permitió crecer y tener un lugar consolidado. Fue una parte muy especial de mi vida porque fue fortalecer un concepto, refinarlo, y luego, con Loretta crear otro proyecto donde nos reinventamos, ver plasmada una idea que teníamos desde cero.

Queríamos poder cocinar sin la rigidez del concepto fine dining, en un ambiente más relajado.

 

¿Cómo impactó Top Chef en tu carrera?

Yo creo que soy otro antes y después de Top Chef. Me hizo darme cuenta de cosas que era capaz de hacer y que no lo sabía, en varios sentidos. Por ejemplo, lidiar con tanta presión y poder crear cosas sabiendo que estás expuesto.

A raíz del programa, he podido conocer a chefs que admiro y que tal vez en un momento veía inalcanzables, como Guillermo (González Beristáin), Javier Plascencia, Rodolfo (Castellanos)… Para mí son de las cosas que no tienen precio.

 

Pangea

 

¿Qué es lo que hace que el proyecto de Pangea resulte tan prometedor para que tomes la decisión de cambiar de trabajo, de casa, de estado, de vida?

Yo creo que fueron muchos factores. Lo más importante es la oportunidad de trabajar con alguien como Guillermo, a quien siempre he admirado mucho.

Otro sin duda es que un cocinero siempre se adapta a las situaciones y hay muchas facetas que yo no he explorado. Grupo Pangea tiene un lugar que es mexicano asiático, muchos restaurantes de comida mexicana y también tiene Pangea que es obviamente más afrancesado y fine dining, entonces me da mucha diversidad.

 

¿Cuál es el reto que más te emociona de Pangea?

Aquí no estoy en mi zona de confort ni tantito. A mí siempre me dicen que no me estoy quieto y siempre estoy viendo qué más hago, me gusta decir que soy productivo y siento que acá con tantos restaurantes siempre va a haber algo que hacer.

Ahorita son siete restaurantes y a mediados de año serán nueve. Yo estoy como chef corporativo de desarrollo, y me siento creativo, motivado, con mucha responsabilidad pero contento.

 

¿Cómo te sientes trabajando con González Beristáin?

Guillermo no para, trabaja mucho y a pesar de la fama, los nombramientos y la reputación que tiene es una persona íntegra, un jefe que inspira disciplina y respeto.

Es alguien que siempre está más temprano que nadie y que hace de todo, hasta cargar sacos de arena para el huerto de Pangea.

 

Pangea

 

¿Cómo ha sido el proceso de crear nuevos platillos para el menú de Pangea?

Todavía me pongo nervioso al presentarle un plato a Guillermo. Los platos tienen un montón de características: el sabor, la técnica, el estilo, los ingredientes que se encuentran en Monterrey, y encontrar mi equilibrio entre seguir la personalidad de Pangea y la mía. 40% es creatividad y todo lo demás es trabajo arduo: creación de platos, administración y nuevos proyectos.

Con 40 años dedicado en cuerpo y alma a lo que más le gusta que es cocinar, Martín Berasategui es un chef que nació en San Sebastián, España, y está muy comprometido con su tierra natal.

Sin embargo, confiesa que México es un país muy cercano a su vida y cocinar para sus comensales es un honor.

 

Martín Berasategui

 

Este referente obligado de la cocina vasca de vanguardia es creador de los conceptos gastronómicos de tres restaurantes de Paradisus by Meliá en México.

Junto con su equipo de colaboradores, crea los menús de los locales que lidera: Passion ubicado en Paradisus Playa del Carmen, Tempo en Paradisus Cancún y, de forma más reciente, Gastro Bar dentro de Paradisus Los Cabos.

 

 

 

Gastro Bar

 

Para mostrar una probadita de lo que se puede degustar en estos templos, cocinó en la Ciudad de México para servir un menú maridaje de ocho tiempos.

Entre las creaciones destacaron dos platillos que ha servido en Passion, donde hace cocina vasca francesa de autor, galardonado con Cinco Diamantes por la AAA.

El primero de ellos fue el tartar de atún, aderezado con salsa kimchi, perlas de ponzu cítrico, granizado de jengibre y cerezas. El cual fue grandiosamente maridado con el vino rosado argentino Muri, de Alfredo Roca.

El juego de texturas del platillo completó la experiencia de sabores equilibrados en boca. Por otro lado, la ensalada tibia de verdura, langosta y crema de lechuga, junto a el sauvignon blanc Miller Ranch de Napa Valley, fue reveladora.

 

 

Para este evento, trajeron a 35 personas en total de los tres restaurantes. Uno de los objetivos también fue dejar en claro que Martín, poseedor de ocho estrellas Michelin, sabe que su responsabilidad es la de enseñar y compartir absolutamente todo lo que sabe. Estar a lado con los cocineros jóvenes que operan diariamente. No concibe el éxito sin el trabajo en equipo, algo que aprendió desde pequeño.

Christian Bravo empezó en la marisquería de sus padres, donde le tocaba abastecer los ingredientes que integraban la carta; claro que los años pasaron y un buen día se vio atrás de la barra de los cocteles de mariscos.

Su mamá fue su primera maestra en la cocina y en la vida; sin embargo, Christian considera al chef Sergio Santamaría como quien le cambió la vida: “En su restaurante Las Golondrinas, él me abrió su cocina, su casa, me dio su amistad y definitivamente le debo lo que soy ahora”.

 

Christian Bravo

Una de las más grandes lecciones que le ha dejado su pasión es saber que a veces se está arriba y otras abajo; como bien lo comprobó cuando participó en la primera temporada de Top Chef México.

Claro que para él fue una experiencia única: “Siempre me ha gustado la televisión, me encanta; aunque si no hubiera sido chef, me habría gustado ser violinista o DJ”, cuenta con alegría.

 

 Christian Bravo

 

¿Quién está en tu mesa?

Christian admite que tiene muchos ingredientes que lo apasionan como los mariscos, los chiles, el maíz, pero que no podría vivir sin cilantro: “Me encanta por su sabor fuerte, es fácil de reconocer y puede ser sutil o potente, según cómo se trate”. Realmente es un amante de todo lo que se siembra y se produce en México, cuestión que se nota en Cueva Siete.

En el restaurante de cocina mexicana de UNICO 20º87º Hotel Riviera Maya, el chef Bravo se inclina más por lo moderno, pero ocupando ingredientes regionales de primera calidad comprados mediante comercio justo.

Entre ellos: recados rojo, blanco y negro; pepita de calabaza; cilantro criollo y licor de xtabentún, elaborado justo con la miel de abeja que se logra con las flores de xtabentún.

Así que encontrarás exquisiteces como un codzito relleno de sikil pak, cubierto de venado ahumado, al que le inyectan humo para que al abrirse luzca como un pib miniatura.

También una sopa fría de piña y chaya que se termina en la mesa con vino espumoso. “Lo importante es que la gente sepa que este resort ofrece buena calidad y una propuesta gastronómica interesante”, finaliza Christian.

 

Christian Bravo

 

Verde inconfundible

El Coriandrum sativum es mejor conocido en México como cilantro, aunque también recibe varios nombres en español como culantro, dania o perejil chino que se han difundido ampliamente por el mundo.

Lo curioso es que, sin importar el nombre que tome ni el país en que se encuentre, siempre será la misma especie del género Coriandrum.

Como bien señala el chef Christian Bravo, su sabor es inconfundible y lo puedes agregar a cualquier elaboración para lograr un toque ligero e impregnar su aroma.

Aunque en la cocina mexicana es un ingrediente indispensable, sus orígenes son inciertos, y algunos creen que viene del sureste de Europa o el norte de África, así que la duda sería por qué es tan popular en Latinoamérica.

La pasión por el arte, el gusto por la naturaleza y el compromiso con su equipo, son los pilares que motivan la cocina del chef Alexis Bostelmann. 

Posee profundos ojos azules y una cabellera rubia que recuerdan a su padre, el famoso fotógrafo mexicano Enrique Bostelmann, quien le inculcó el gusto por la comida.

Por sus venas corre sangre artística, legado de un ADN dedicado a la exaltación de la belleza y la introspección del ser humano.

Chef Alexis Bostelmann

Su padre lo llevaba a exposiciones de arte, pero lo que más recuerda es cuando lo acompañaba a comer. Así fue como Alexis desarrolló su pasión por la cocina.“Le encantaba la gastronomía y descubrir sabores, porque de alguna forma expresas emociones”.

Conoció desde la cocina india hasta los tacos. De esas experiencias está compuesto lo que él hace. Su profesión la definió aquel momento en el que fue con su madre a una cena en el legendario restaurante Cícero Centenario, en la colonia Juárez.

“Probé dedicarme a la pintura, pero todo empezó en esa cocina —de la que comieron figuras como María Félix y Bono—, hecha por mujeres que hacían recetas tradicionales mexicanas”. A los 18 años trabajó con ellas durante un año.

 

The Art Institute of Fort Lauderdale

Alexis Bostelmann estudió en The Art Institute of Fort Lauderdale para luego trabajar en Fiesta Americana Cancún y Acapulco con los chefs Michel Beuffe y Regis Lacombe, respectivamente.

Desde 2007, es chef corporativo de Grupo Vidanta y es creador del menú del Cirque du Soleil JOYÀ, en Riviera Maya donde ha logrado transmitir esa pasión artística que posee, aterrizando la inspiración onírica del espectáculo en el platillo: “Fue un reto porque la idea era muy ilusoria, di forma a esa historia en el plato”.

 

chef Alexis Bostelmann

 

¿Quién está en tu mesa?

Su estilo tiene base en la cocina clásica francesa, aunque aprendió otras técnicas. “No soy experto en cocina molecular o asiática, pero las conozco. Así selecciono a un equipo capaz de manejar cada cocina que opero”.

Guisa con productos de alta calidad, que no van ligados al precio. Define su cocina como natural porque es de ese entorno que se inspira y usa insumos como lima, pulpo de la península de Yucatán, axiote y chiles endémicos como el xcatic y el habanero.

 

Tesoro maya

El xcatic es un chile endémico de Yucatán, cuyo nombre en maya se escribe y se pronuncia Xkatik, que significa rubio. Se le considera uno de los más representativos de la gastronomía yucateca, ya que con él se preparan numerosas recetas regionales.

Se usa como chile para rellenar (de cochinita pibil o pescado) o en recado negro con otros chiles de la región. Alexis lo utiliza de esta manera y también en escabeches. Se consume fresco, asado, entero y sin pelar. Es de color amarillo pálido, de forma puntiaguda y cónica; mide entre 11 y 12 centímetros de ancho.

Las tierras que se utilizan para este cultivo a nivel nacional son de seis hectáreas y representa apenas el 10% de la producción del famoso chile habanero.

A sus 19 años, en la zona Rosa, le leyó la mano una gitana y le dijo que iba ser famoso y que viajaría muchísimo. Platicamos con Damián Alcazar, reconocido actor que ha decidido hacer del mundo su hogar y tener parte de su corazón en San Miguel de Allende. Foto Damián Alcazar: Juan Pablo Gutiérrez. 

 

Destino de viajero

A los 19 años, en la zona Rosa, me leyó la mano una gitana; me dijo que iba ser alguien reconocido y que viajaría muchísimo. Desde niño me gustaba conocer lugares nuevos, mis padres se movían tanto que cambiaba de casa cada año, pero no era consciente de que me gustaba viajar, al principio sólo lo hacía.

Mi encuentro con mi viajero fue tardío, ahora no tengo un hogar, tengo las maletas hechas. Me considero afortunado, como actor he tenido la oportunidad de conocer diferentes lugares.

 

Rituales de llegada

Cuando viajo, me gusta salir a buscar el mejor café. Y así comienzo en cada ciudad a la que llego.

 

Viajes que transforman

Me siento como “Ciudadano del Mundo”, aunque suene a frase trillada, pero también me siento un actor latinoamericano. Los viajes transforman; uno no vuelve como se fue. Existen viajes en los que las personas que conoces te aceptan sin conocerte.

Vas rompiendo prejuicios, entiendes, vas aprendiendo de los paisajes. El gusto de estar a la vanguardia, de querer cuidar el planeta… Te van dejando una perspectiva de vida, de vista. Como una frase que dice: “Uno cae en este mundo, lo mejor que puede hacer uno es conocerlo”.

 

Foto: Charly Ramos.

 

La atracción hacia San Miguel de Allende

Cuando no estoy viajando, tengo mi casa, mis libros, mis cosas en San Miguel de Allende. Un amigo una vez me comentó que en el subsuelo de San Miguel hay cuarzo. Algunos se atraen por este cuarzo y a otros los repele. Cuando yo llegué a San Miguel, hace 15 años, era extraordinario.

No había Office Deppot, ni Palacio de Hierro o plazas comerciales. Pero los políticos se encargaron de hacer esta ciudad, una ciudad industrial. Ese San Miguel, al que llegué, me atrapó, pero ha perdido un poco su esencia, cada vez hay más coches; considero que el Centro Histórico debería ser peatonal.

Para estos señores, todo es una cosa de compra venta, donde se gana dinero. Y la belleza de un lugar pierde su esencia, porque el “progreso” es lo que va acabando con el planeta.

 

El corazón en San Miguel

Hay muchos lugares todavía, porque hay gente con mucha sensibilidad que guarda sus balnearios. Existen seis balnearios de agua termales, rumbo a Dolores.

Todos los debería conocer. También hay un cafecito que se llama La Ventana; además de que hay buenos lugares para comer y gente formidable, que se encarga de preservar la cultura.Y creo que la riqueza cultural, es algo que se debe de preservar.

 

San Miguel para devorar

En San Miguel hay una gran oferta, pero depende de lo que quieras comer y gastar. Hay lugares para desayunar deliciosos, cafés y espacios dignos de mencionarse.

Por ejemplo, hay un lugar que se llama el Rincón de Don Tomás en los portales, ahí se desayuna delicioso. En los mercados también se come delicioso, porque puedes encontrar de todo. Y muchos de estos productos son orgánicos y locales.

 

Foto: Charly Ramos.

 

México en el alma

Es extraordinario lo que tenemos, pienso en las playas y creo que son hermosas. Hay muchas opciones para explorar en México, la comida es deliciosa y te encuentras con gente lindísima. Y no necesariamente se gasta mucho dinero. Por ejemplo, en lugar de ir de compras a San Diego, puedes ir a visitar algún pueblo de México.

 

La curiosidad como motor

Para viajar necesitas ser flexible y lo más importante es saber ser feliz. Por ejemplo, puedes ir a España, comprar vino y jamón serrano y comerlo en el parque. Sin necesidad de gastar mucho en un bar. Porque la curiosidad de ir y conocer cosas diferentes es lo que mueve a las personas.

 

Todo por la libertad

Viajar me ha hecho renunciar a mucho: pierdo las llaves de mi casa cada tres años, pero así es esta tradición. Hay gente que le da prioridad a su trabajo, a la ciencia, a tener una familia. Y debes tener bien claro lo que más te gusta y hacerlo. Se es afortunado, cuando se es libre, menciona Damián Alcazar.

Con la llegada del restaurante Cumpanio a San Miguel de Allende desde hace siete años, la historia de un referente en materia de panadería clásica y bien hecha empezó. Ahora Alberto Laposse, la tercera generación de una familia panadera, al frente de Levain & Co, recién inauguró Panio Atelier du Pain, tras la gran aceptación de sus dos panaderías Panio.

Panio

Este espacio, ubicado en las afueras de este destino encantador y cosmopolita, ofrece un tres en uno. Para empezar, ahí se aloja el taller donde producen todo el pan de sus sucursales, cuyo corazón está expuesto a la vista de los clientes. Luego, está el área de panadería donde los golosos adquieren alguna joya recién hecha y, por último, un restaurante que sirve un menú de inspiración francoitaliano para comer en sitio o llevar a casa. Cabe mencionar que también cuentan con talleres de cocina privados, solo hay que reservar.

Panio

El atelier

Está dividido en tres áreas: boulangerie (pan salado), vienesserie (pan dulce) y pastelería. Raúl Alejandro Ortiz, hijo de Raúl Enrique Ortiz, panadero consagrado que trabaja con la familia Laposse desde 26 años. Quien nos cuenta que los productos más vendidos son el croissant y el chocolatín en vienesserie. “Para reconocer un buen chocolatín, debe estar crujiente por fuera y suave por dentro con un buen chocolate, mientras que en el croissant se debe ver el hojaldrado como los discos de un tronco de un árbol”, comparte Raúl, quien llega junto con su equipo desde las 4 am para preparar alrededor de 600 panes al día.

Panes de temporada

Entre los panes de temporada, hornean el panettone de origen italiano y el stollen, de Alemania. Desde el nombre de Cumpanio, del latín, con quien se comparte el pan, todo gira en torno a este básico y milenario alimento. Por eso ahora están adentrándose, en manos del francés Michael Caes, a la charcutería y a la que llaman pastelería salada, es decir, los productos que acompañan y enaltecen a un pan: quiché, terrinas, patés y embutidos.

Panio

 

Diseño y atmósfera en Panio

Una vez más, el diseño también es protagonista en los conceptos de Levain & Co, pues Alberto, quien estudio panificación en Francia, es arquitecto de profesión. El diseño es moderno y confortable; los ventanales ataviados con cortinas ligeras y blancas que rodean al comedor logran la atmósfera cálida que todo buen restaurante necesita. También hay un pequeño espacio donde se pueden adquirir productos hechos en casa como encurtidos, salsas y mermeladas (nuestra favorita: la de guayaba, té limón y cardamomo) y merengues, así como vinos, aguas y algunos utensilios de cocina.

Sin duda, en este lugar homenajean a uno de los oficios más antiguos: el del panadero, deleitando a la vez a todo aquel que cruce sus puertas.

Dónde. Salida a Celaya 69, San Miguel de Allende.

 

Panio

 

La propuesta gastronómica del chef Matteo Salas sigue en evolución, y se deja influenciar por los ingredientes que ofrecen San Miguel de Allende y sus alrededores. Tanto en Áperi como en Jacinto 1930, la experiencia culinaria es una aventura. 

Texto y Producción: Fernanda Carrasco / Fotos: Charly Ramos. 

 

Matteo Salas

Además de la cocina, una de las pasiones de Matteo Salas es viajar por México para conocer sus tradiciones, productos y sabores. Nació en Italia y estudió en Francia, pero ha vivido casi toda su vida en el país. “Conozco México y me apasiona, pues parece que dentro de él hay muchos países por la gran diversidad que ofrece”, asegura.

Matteo se deja sorprender por la variedad de ingredientes que ofrece esta tierra. Por el momento, está disfrutando la gran despensa local.

En San Miguel de Allende tengo un producto de lujo”, afirma el chef Salas, quien con esto en mente abrió su primer restaurante, Áperi, dentro del hotel Dos Casas.

 

San Miguel de Allende

El proyecto comenzó como un pequeño restaurante de provincia, y a tan solo tres años de su apertura se ha consagrado en el imaginario de las personas que les gusta comer bien.

Se distingue por ser una propuesta culinaria libre, donde las únicas reglas son la experimentación y el respeto a los insumos.

 

Áperi

Su éxito radica en usar productos frescos que vengan directamente del productor y así crear combinaciones inesperadas con los sabores de cada ingrediente.

Los galardones recibidos confirman el buen camino tomado, entre ellos el de Chef Revelación en los Food and Travel Reader Awards 2016. “Áperi es una propuesta viva, no es una tendencia”.

Esta búsqueda en pos de los sabores más auténticos ha desembocado en un segundo proyecto en San Miguel de Allende: Jacinto 1930, cuyo concepto es mexicano por su origen y transparente por la utilización de técnicas sin mayores vericuetos.

Su carta es un verdadero tributo al maíz, pues está diseñada de principio a fin con base en este cereal básico para la alimentación nacional.

Es indispensable probar los esquites de elote tatemado, bañados con jugo de limón, mayonesa de chiles endémicos de Oaxaca, queso Cotija, queso fresco de rancho, brotes de cilantro y polvo de chile de árbol, servidos en un plato hondo que el mismo Matteo diseñó.

Éste es hueco, para rellenarse con agua caliente, con lo que consigue que los esquites no pierdan calor al servirse. Tal hecho demuestra la búsqueda constante del chef Salas por cuidar cada detalle de sus platillos.

Para presenciar todo el movimiento y ajetreo que se vive en los fogones de Áperi, diseñó La Mesa del Chef: una cena hasta para 12 comensales llevada a cabo en el patio que se encuentra al lado de la cocina.

Matteo personalmente prepara, sirve y explica un menú sorpresa de 10 tiempos con maridaje. “Es una experiencia que intenta provocar al comensal y hacerlo reflexionar acerca de dónde viene su comida, cómo está preparada y por qué es bueno comerla”.

Matteo les pide a los comensales que, cuando visiten alguno de sus restaurantes, no se dejen llevar por expectativas creadas según comentarios ajenos.

“Que cada quien viva su propia experiencia, dejando que los sabores sean los guías en esta aventura para el paladar”, concluye.

 

 

 

 

 

Si hay alguien que conoce este estado del Pacífico, definitivamente es el chef Eduardo Palazuelos, entusiasta de la historia de Acapulco y adicto a las aventuras. Nadie mejor que él para mostrarnos los secretos mejor guardados de este destino a bordo de un Audi RS3. Texto: Cindy Mendoza / Fotos: Roger Rojas. 

Nuestro viaje comienza temprano cuando recogemos en su casa al chef Eduardo Palazuelos, el perfecto embajador de Guerrero: nacido en Acapulco, heredero de los sabores de la gran Susana Palazuelos, chef propietario de Mar del Zur en la Ciudad de México y de Zibu en Acapulco.

“Van a ver, les tengo una agenda increíble, quiero que se lleven un retrato de cuerpo completo de Guerrero”, nos dice Eduardo. Su abuelo, conocido como el Tigre Palazuelos, fue un abogado feroz que llegó a Acapulco en 1928. A partir de ese momento estableció su estirpe en este puerto paradisiaco, testigo de glorias y momentos decisivos para la historia de México.

Taxco, Pueblo Mágico

La primera parada es en Taxco, Pueblo Mágico, cuna de la tradición platera y hogar de la iglesia de Santa Prisca, pero pasamos directo a De Cantera y Plata, que, según el chef, es uno de los mejores hoteles boutique de la zona. Llegar aquí no parece sencillo a la vista: las subidas son prolongadas y pareciera que escalamos el cerro para ganarnos el privilegio del paisaje.

Cuando llegamos, descubrimos que Eduardo no mentía: desde la Vista Suite, la mejor habitación del hotel, se aprecia una panorámica de casi 300 grados. ¿Quién despertaría de malas así?

Continuamos nuestro camino hasta llegar a Chilpancingo, lugar de nuestra primera parada gastronómica y al que llegamos hambrientos. Mientras nos dirigimos hacia allá, Eduardo nos comparte uno de sus mandamientos foodies:

“No me importa si es un fine dining o un puesto en la calle; lo que me interesa es comer rico”. Y sí, Tecuán, un restaurante de aire campirano a la orilla de la carretera, cumple perfectamente con la regla.

Eduardo Palazuelos

 

Eduardo nos cuenta que en Guerrero es una tradición que los jueves se cocine pozole verde, pero Tecuán se distingue por consentir al viajero y romper con la regla: en este lugar los 365 días del año encontrarás un plato humeante de pozole.

Para nuestra sorpresa, el sonriente Alberto Morlet, propietario del restaurante, nos espera con una mesa que no estábamos preparados para ver: pozole blanco, rojo y verde (el tradicional del estado) pasando por el delicioso mole rojo, el adobo con carne de puerco, las chilapitas con chorizo, los chiles rellenos de picadillo y las manitas de cerdo. Sin duda, cada uno de estos manjares vale una parada en Chilpancingo para deleitarse con su sazón.

El Acapulco Rock aquí

El primer día en Acapulco empieza con desayuno en el mercado. Curiosamente no es un sitio al que el turismo llegue, pero el chef, conocedor de los secretos mejor guardados del puerto, nos guía a un local en específico. “Van a ver, estas tortas son de lo mejor de aquí”, nos dice con la sonrisa del que está a punto de mostrar algo muy preciado. De repente, paramos en un puesto que a la vista dice: tortas de relleno. “¿Pero relleno de qué?”, pregunto a Eduardo. Resulta que estas tortas están hechas con bolillo horneado con leña y un relleno de cerdo mezclado con otros ingredientes deliciosos como plátano macho, papa, cebolla y, sobre todo, condimentos como clavo, pimienta negra y tomillo, que le dan ese sabor mestizo característico.

Eduardo Palazuelos

Con torta en mano, el chef dirige la expedición a Pie de la Cuesta, hogar de la laguna de Coyuca, los atardeceres más bellos y, por supuesto, el pescado a la talla.

Hacemos parada en Tres Marías, un restaurante y club de esquí acuático en el que el chef Palazuelos parece ser muy conocido. Al abordar la lancha rápida, descubrimos que a Eduardo no sólo le apasiona la cocina, sino que también tiene una gran afición por los deportes acuáticos, pues, además de practicar esquí, nos da una demostración de cómo se surfea en la laguna, gracias a las olas que forma la lancha. ¿Quién dijo que sólo se podía surfear en el mar?

Después de la brillante demostración, llegamos con doña Mary, dueña de la única enramada de Isla Montosa, que nos prepara unos sopecitos fritos y un pescado tan fresco que en la mañana nadaba en el mar. Mientras esperamos el platillo final, el aroma a coco revela su secreto, ya que cocinan sobre planchas de barro y carbón de este fruto tropical, que ellos mismos elaboran. La sazón en ambos platillos es memorable; mientras los degustamos, nuestra anfitriona nos cuenta la historia de la Isla Montosa. Se remonta varias décadas atrás, cuando un señor llamado Pío Quinto llegó a poblarla junto con sus siete esposas, con las que tuvo 20 hijos, por lo que todos los habitantes del sitio son sus descendientes.

 

Eduardo Palazuelos

 

Más tarde, en Zibu descubrimos que Eduardo es un apasionado de la historia del puerto, y esto claramente se ve reflejado en su cocina. Nos cuenta que gracias a los aportes del Galeón de Manila —también conocido como la Nao de China, el barco que en su ruta al Nuevo Mundo hacía escala en Acapulco proveniente de Filipinas— México se abrió a los sabores de las especias de Oriente, mismos que han influenciado la cocina del chef. No es una coincidencia que su amor por la cocina del sudeste asiático esté presente de forma clara en la carta de Zibu, como en la sopa de coco tierno con pequeños trozos de fruta que encantan el paladar, o la ensalada thai con camarón tempura que combina perfectamente los sabores de Asia y México en un mismo plato.

Al otro día, Eduardo va fascinado a bordo del Audi RS3 cuando nos encaminamos hacia Playa Ventura, un destino semivirgen ubicado en la Costa Chica. Mientras, avanzamos por la autopista al ritmo de Pink Floyd, uno de los grupos favoritos del chef. Al llegar a Mesón Casa de Piedra vemos por qué es uno de sus consentidos: todo en este lugar inspira tranquilidad y sabor a trópico, desde los periquitos que dan la bienvenida posándose en los hombros del chef, hasta los dueños, Antonio y Radka, él mexicano y ella nacida en la República Checa.

Éste bien puede ser un hotel-destino del que no querrás salir, ya que prácticamente se siente como un hogar. Además, la comida de Antonio y Radka es la mezcla perfecta de ambas culturas en un solo platillo. Sus creaciones hacen sabores memorables: huachinango fresco en el que se funden el epazote, la semilla de alcaravea y el jengibre.

Tristemente tuvimos que dejar la Casa de Piedra para regresar a nuestra jungla de asfalto, pero mientras desandábamos el trayecto recorrido, comprendimos que Eduardo Palazuelos no solo nos guió por su estado, sino que nos compartió un pedazo de la esencia que lo ha forjado.

 

 

Dónde quedarse 

De Cantera y Plata Hotel Boutique Este hotel tiene una de las mejores vistas. Cuenta con servicio del restaurante 925 que, combinado con la vista, lo hace un punto obligado para aquellos que quieren un momento mágico. decanterayplata.com

Vayma Hotel Beach and Club Cuenta con 25 suites, restaurante y un club de playa en el que podrás descansar sin que nada te perturbe. Cruzando la carretera se encuentra la laguna de Coyuca, y una oferta variada de restaurantes. vayma.com.mx/

Mesón Casa de Piedra Este lugar enclavado a la orilla de la playa tiene nueve habitaciones de las cuales, la llamada El Cielo es la más pedida gracias a su maravillosa vista completa del amanecer y atardecer. Ya que Playa Ventura es una playa virgen, podrás disfrutar del sonido de las olas. playaventura.mx

 

Dónde comer 

Tecuán En su menú compuesto de recetas tradicionales guerrerenses, destaca el pozole verde y el mezcal de la zona con el que, por supuesto, debes maridarlo. Carretera México Acapulco 268, Tatagildo, Chilpancingo, Guerrero.

100% Natural Esta franquicia nacida en Acapulco, se ha convertido en una de las referencia más claras del puerto. “Cuando abrieron este lugar se volvió popular inmediatamente porque es algo que la gente busca: estar a la orilla del mar, tener comida rica y sobre todo saludable”. Costera Miguel Alemán s/n, Centro Acapulco, Guerrero.

Café Wadi Más de 50 años ofreciendo café de Guerrero con la tradición árabe, gracias a su fundador Wadi Guraieb. Francisco Javier Mina s/n, Centro.

 

Tres Marías En este sitio encontrarás no sólo comida deliciosa como el pollo a las brasas o el increíble pescado a la talla; también podrás contratar lanchas rápidas. Av. Fuerza Aérea Mexicana 375, Pie de la Cuesta.

Zibu Disfruta de lo que el chef Palazuelos denomina como cocina Mex-Thai, en el que fusiona los ingredientes locales con recetas tailandesas. No te pierdas el pescado en adobo con juliana de mango con nuez de la India. zibu.com.mx

 

Durante una semana y simultáneamente, los restaurantes Mirazur en Francia y Quintonil en México intercambiaron chefs para mostrar sus profundos y creativos estilos de cocina, que los han hecho merecedores a ocupar los puestos 4 y 22, respectivamente, de la lista The World’s 50 Best Restaurant 2017. Así, el chef mexicano Jorge Vallejo voló hacia la Costa Azul, mientras que el chef argentino Mauro Colagreco se dirigió, con una parte de su equipo, a la Ciudad de México.

 

Mauro Colagreco y Jorge Vallejo

“Me inspiré en México y su diversidad. Mi equipo se vino una semana antes para investigar e ir a los mercados. Esto es trabajo de todos, no solo mío”, comentó Mauro, quien hace una cocina fresca, mediterránea, donde hay una búsqueda constante por obtener el mejor producto.

En tierras nacionales y apropiándose de la cocina de Quintonil, el chef poseedor de dos estrellas Michelin confeccionó un menú de 11 tiempos, enalteciendo al ingrediente mexicano.

 

 

Platillos con armonía

La cena inició con un jarrito curado hecho con pulque, piña, licor de chile ancho y tequila Don Julio Blanco. Esta bebida fue el preámbulo a los excelentes elíxires que maridaron cada uno de los platillos, armonía diseñada por los sommeliers Wilton Nava de Quintonil, y Juliana, de Mirazur.

De pronto, llegó a la mesa una “tapa” de hoja santa rellena de mousse de camarón de profundidad y espolvoreada con polvo de espinaca, que evocaba a la forma de la colorida pepitoria mexicana, pero con sabores inesperados, entre ellos el ahumado propiciado por el tueste de la hoja.

También desfilaron como tiempos de bienvenida: el cono de colinabo relleno de queso Grana Padano de 36 años –una revelación al paladar– y un crocante de pinole con emulsión de mole verde y ralladura de coco fresco, cuyos sabores cautivaron irremediablemente.

 

 

 

Juego de texturas

Uno de los momentos especiales lo protagonizó una cesta de pan, acompañada con un aromático aceite de oliva infundido con limones, proveniente del Mediterráneo, y un poema de Pablo Neruda. “Todo nació para ser compartido, para ser entregado, para multiplicarse…

Entonces también la vida tendrá forma de pan, será simple y profunda, innumerable y pura”, se leía mientras a bocados fervientes se degustaba el pan que el chef Colagreco prepara magistralmente gracias a la receta de su abuela.

Dentro de los tiempos más memorables (que sin problema podrían ser todos) se encontraron la ensalada de calabaza, seta rosa, semillas y jamón serrano, el taco de cordero lechal, cocido en la propia leche de la oveja, sobre una tortilla de jícama, y la pesca del día con plátano macho, tapioca y salsa de leche de coco.

Tras estos manjares, el chef Colagreco dejó claro que domina el juego de texturas para resaltar los sabores de cada ingrediente.

 

 

Tequila Don Julio 1942

Para cerrar con broche de oro esta experiencia, casi caída del cielo culinario, el primer bocado dulce fue a través de su maíz morado con leche, crema de pinole, helado de cilantro y cristal de palomitas; toda una delicia. Y finalmente, el distinguido tequila Don Julio 1942, elaborado en pequeñas cantidades y añejado durante un mínimo de dos años y medio, maridó a la perfección cada bocado del chocolate con romero quemado y aceite de oliva.

 

Platos de Mirazur

Mauro y su equipo dejaron por una semana atrás las conexiones con su cocina, sabiendo que tenían un gran desafío. “No trajimos platos de Mirazur porque no íbamos a encontrar el mismo producto ni el mismo público. Por lo que quisimos crear una nueva y única experiencia”.

Y vaya que lo lograron… Mientras los comensales disfrutaron de la impronta de Mirazur: perfección y creatividad, ellos se llevaron a casa un gusto por la gran variedad de verduras mexicanas, en especial la jícama, y hierbas, como la verdolaga y el epazote, que fueron la base de este menú.